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viernes, 4 de junio de 2010

34. No hablemos más del tema.

Comencé por oír un pitido muy suave hasta que sonó como un grito en mi cabeza.
Alguien gritaba mi nombre…
Me daba miedo abrir los ojos por si era Alberto.
Una voz de mujer no paraba de gritar mi nombre.
Abrí los ojos con mucho esfuerzo.
¿Un ángel?
No…
Era ella.
Clara.
Recuperé el sentido.
Intenté levantarme.
A mi alrededor había muchísima gente.
Me sentía muy aturdida.
Oí como un hombre hablaba con Clara y le decía que no era grave, que me había desmayado.
Que me llevara a casa.
Intentaba atender pero no podía…
Yo no entendía nada.
Solo sabía que estaba muy débil y que aquel dolor en el pecho me había dejado rota.
Clara me agarró y me llevó al interior de su coche.
Yo me dejaba guiar.
Ella al verme entrar en el coche me miró con cara de horror.
La noté descompuesta de los nervios.
Clara estaba asustada.
Poco a poco fui recuperándome.
-Mi niña… ¿Qué te pasa? Tienes una pinta horrible. Es una suerte que estuviera por allí. ¿Qué a pasado?
Solo fui capaz de articular una palabra que se repetía constantemente en mi cabeza.
-Alberto…
Creía que no tenía aún más fuerzas pero volví de nuevo a llorar.
Clara me miró preocupada.
No sabía de que iba la cosa pero se lo suponía.
-Vamos a mi casa y me lo cuentas más tranquilamente cuando estés mejor,¿Vale?- dijo tranquilizándome.
Yo solo asentí con la cabeza.
Me daba vergüenza volver a llorar delante de Clara pero el intentar reprimir las ganas fue peor.
Me volvió a venir otra puñalada en la garganta y otra vez comencé a llorar con más intensidad.
El camino fue silencioso.
Ella me ayudó a salir del coche.
Me miraba con cara de pena y un poco angustiada.
Ella quería hacer algo pero no podía.
Cuando subimos a casa me senté en el sofá.
Solo podía pensar en las palabras que me había susurrado.
Cada vez que lo recordaba era peor, me sentaba peor.
Me encantaría poder cerrar los ojos y olvidar…
Me hubiera encantado decirle a Alberto que viniera a Nueva York conmigo.
Sería volverme a engañar.
Creer que las cosas volverían a estar bien sería de idiotas.
Mi futuro era eso y sabía que eso no entraba para nada en los planes de él.
Maldita la hora en que me desperté y me acordé de él.
Maldita la hora en que decidí salir a correr.
Ójala hubiera sabido lo que iba a pasar.
Clara se fue directamente a su habitación.
Oí como hablaba con alguien y ella volvió conmigo al salón.
Entre las manos me traía una tila.
-Le he dicho a Mario que te prepare un baño. Te doy ahora un pijama nuevo. Pero antes cuéntame, qué ha pasado… ¿Qué te ha hecho? Parece que hubieras visto un fantasma. Estas totalmente pálida… Incluso me ha costado reconocerte. Aunque cuando te he visto estabas tirada en el suelo y a dos pasos de un coche que estaba a punto de atropellarte…
Vi como a Clara le dio un escalofrío solo de pensarlo.
Estaba muy preocupada por mí.
Me había visto llorar durante todo el camino.
Me daba igual que mi voz se volviera a romper en un llanto.
No fue así.
Había llorado tanto que no me quedaban lágrimas.
-Esta mañana pensé que lo mejor para despejarme sería salir a correr. Le vi y no estaba preparada. Al hablar con él me ha dicho que volvieramos…
Ella entonces se acomodó en el sofá y pareció estar mas tranquila al oir mi voz mas serena.
-Entiendo… Aún le quieres.
El dolor en mi pecho hizo amago, sin embargo mi cuerpo recobró fuerza.
Aún no se de donde.
Me sentía como si aquel coche en realidad me hubiera atropellado.
-Pues claro que le quiero. Pero ya no le quiero como antes. Él era mi futuro. Él ya no es lo que yo busco. Él ha formado parte de mi vida unos 7 años. Pero las cosas ya han cambiado. Ya hemos crecido y las cosas son diferentes. Él tiene todo aquí y yo no puedo dejar pasar la oportunidad de conocer algo nuevo por alguien que no me entiende. Me harté de la rutina que teníamos y dudo que volviendo con él las cosas cambien. Me siento egoísta y egocéntrica por solo pensar en mí. Se que si volvemos las cosas no van a ir bien, por mucho que él me dijera que se iba a olvidar todo.
Ella pareció entender perfectamente lo que me pasaba.
Entonces ella me abrazó a la vez que me acariciaba el pelo y sentí aun mas fuerza.
Era justo lo que necesitaba.
Un abrazo de alguien que no me veía culpable por dejar a una persona que me adora.
Eso es lo que pasó.
Desde que dejé a Alberto todo el mundo me trata como la mala del cuento que ha dejado por egoísmo al hombre de su vida.
-Que complicado nos lo pusieron a la hora del amor. Se cómo te sientes. No hace falta que hablemos mas del tema si no quieres. Solo quiero hacerte una pregunta: ¿Estás segura de que quieres irte?
-Creo ahora mismo que es de lo único que estoy segura.
-Pues entonces así va a ser. E incluso si quieres mas tiempo, retrasamos el viaje si hace falta.
-¡no!-grité.
Entonces ella me sonrió y se levantó.
Salió del salón a la habitación.
-Creo que ya tienes el baño preparado. ¿Quieres quedarte aquí a comer?
-Vale… Aunque no quiero molestarte.
-¿Y quién te ha dicho a ti que molestes? Toma el pijama y tómate todo el tiempo que quieras. No hay prisa. Estaré en mi despacho. Ve allí cuando acabes.
-Muchas gracias por cuidar de mí.
-No es ningún trabajo. -dijo regalándome su sonrisa.
Entonces ella salió del salón hacia el despacho.
La seguí y me dijo cual era el cuarto de baño al que debía de ir.

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