En absoluto.
Las cosas no cambiarían. Empeorarían.
El problema no era en donde estuviéramos juntos, si no lo que yo ya sentía por él.
Sigo sin explicarme el por qué no me contó lo de Nueva York.
Alberto quizás tenga mucha razón.
¿Para qué te vas a ir de un lugar si allí tienes todo lo que quieres para ser feliz?
Él lo tenía todo aquí para seguir siendo feliz.
Le conozco y sé que si no me lo dijo fue por que yo le acabaría convenciendo para hacerlo, para irnos…
-No, creo que nada cambiaría.-le dije sinceramente.
Entonces él no me dijo nada.
Dejó de jugar con mis manos e intentar calentarlas.
Se limitó a ponerse a mi lado mirando el paisaje.
Me volvió a mirar y después me pasó el brazo por la cintura.
Era un silencio tan agradable…
Aún más agradable era su calor.
Habíamos visto los dos tantas veces juntos aquel paisaje lleno de luces.
Me traía muy buenos recuerdos de los dos juntos.
Estaba confundida.
No sé si debería molestarme eso de que él intente hacer como si todo siguiera igual agarrándome de la cintura, pero creo que ya me da igual.
Me hace daño a la vez que no quiero que me deje…
Dentro de unas horas no estaré aquí y ni si quiera sé cuando voy a volver a verle.
Entonces me quedé mirándolo.
¿Por qué si él lo tenía todo, siendo el chico perfecto para mí, porque no era la persona con la que pasaría el resto de mi vida?
¿Será que en realidad no existe el amor eterno?
¿Es demasiado bonito para ser verdad?
No lo se…
Supongo que será difícil saberlo, y aún más viendo la cantidad de tipos de amor que hay en el mundo.
¿Acaso el amor de un padre a un hijo no cuenta como amor eterno?
Creo que lo que no es eterno es la pasión.
Aquellos besos desenfrenados, caricias en cualquier rincón, susurros que ponen la piel de gallina, calor en el cuerpo, sangre caliente, pérdida de raciocinio, llevarse por el instinto, muerdos en el cuello, saliva…
Agité la cabeza de un lado a otro.
¿Qué cojones...?
Me estaba dando cuenta que como siguiera pensando en esas cosas acabaría diciéndole a Alberto que nos fuéramos a su casa.
Entonces Alberto giró la cara y vio el gesto que acababa de hacer.
-¿Qué te pasa?-Dijo arqueando una ceja.
-Nada, que me va a pasar.-dije intentando disimular.
-No te creo, pero prefiero no saberlo… ¿A qué hora te vas?
Entonces miré el reloj.
Había pasado aún un tiempo, pero el alcohol aún hacía sentirme torpe.
Solo quedaba una hora.
-Me voy a las 3.
-Carmen, ¿Me dejas decirte una cosa?
-Claro que si, ¿desde cuando me pides permiso para hablar?
Entonces el se puso enfrente de mí.
Me miraba a los ojos.
Su respiración se volvió más agitada.
-Quería decirte que eres la persona que mas feliz me ha hecho en el mundo y con la que mejores momentos he pasado.-Entonces fue cada vez bajando mas el tono de voz y pareciendo cada vez mas triste. Sin fuerzas. - Él día que me dejaste tenía una sorpresa guardada para ti…
Él aún tenía su mano en mi cintura.
Sacó algo de su bolsillo.
Una pequeña caja de terciopelo.
La puso en mi mano.
¿Qué era?
Mi corazón comenzó a latir fuerte…
Él hizo un gesto para que la abriera.
Yo estaba totalmente petrificada.
Alberto con el nudo en la garganta y los ojos llorosos.
Sigan atentos...
Que desesperación!!!!
ResponderEliminarMuy bueno, aunque desesperante tener que esperar...
PERO POR DIOS! SIGA!!!!! SIGA!!!!!
ResponderEliminarSiempre suyo
Un completo gilipollas