Luego volvió a mirarme.
Levantó la cabeza lentamente.
-Las cosas no son tan fáciles como parecen… No somos una familia convencional… Nosotros no celebramos la Navidad, somos ateos. Sería totalmente una tontería celebrar el nacimiento de Jesús. Hacemos nuestras propias tradiciones.
No me pareció algo grave.
Pero ella no me había contado lo que realmente le preocupaba.
Aquí en España la gente ya no es tan religiosa como antes, pero aun así sigue utilizando la excusa de estas fiestas para cantar los villancicos y ver a la familia que no se ve en mucho tiempo.
Para ser sinceros yo también lo utilizaba de excusa para estar con los míos.
Por mucho que lo intenté no logro llegar a los Dioses ni a Dios.
Eso sí, en tal caso de que exista, yo le debo estar mil veces agradecida de conocer una persona tan generosa como Clara y tan atenta conmigo...
Ella me ha venido como caída del cielo.
Se está comportando como una verdadera amiga siendo tan comprensiva conmigo.
-Ya veo que cada familia es un mundo. – le dije para que no se preocupara.
Por fin conseguí que volviera a sonreír.
¿Se creería que eso de no ser una familia convencional me preocupaba?
-Al igual que cada persona también es un mundo... Estoy segura que con David te vas a llevar muy bien, pero te aviso que no le agobies…
No le había dado tiempo a terminar la frase.
Yo quería preguntarle mas cosas sobre él, pero sonó el timbre del telefonillo.
Ella se levantó de un salto.
Pareció acordarse de algo importante y se fue corriendo a cogerlo.
Al rato volvió otra vez corriendo.
Con tacones y corriendo…
Yo con ella lo alucinaba…
-¿Qué tal me ves? ¿Estoy guapa?- dijo mientras se miraba en un espejo que había en el despacho y se retocaba el pelo.
Se la veía nerviosa e impaciente.
Casi igual que una niña de quince años.
¿Quién sería?
¿Me está gastando una broma?
¿Cómo semejante mujer me iba a preguntar si estaba guapa?
Ella estaba perfectamente arreglada con un traje de chaqueta y sus tacones.
Aunque llevara un trapo de cocina, ella iba a estar igual de guapa.
Entonces caí en la cuenta…
¡Yo estoy en pijama!
-Pues claro que sí estas guapísima. Pero ¿Se puede saber quién viene? Yo estoy en pijama.- dije a la vez que me levantaba corriendo un sitio para esconderme.
No me apetecía ver a nadie.
No hoy y menos en pijama.
A ella parecía que se le había olvidado.
Estaba en sus mundos acicalándose en el espejo.
Y cuando me miró se dio cuenta y abrió los ojos de par en par.
Se le había olvidado ese detalle.
-Pues es Jorge. Mi rollete o como lo quieras llamar.-Dijo a la vez que estaba atontada pensando en él.-Ve al armario y ponte lo que quieras. No había caído en la cuenta de que había quedado con él. Perdóname, yo…
Estaba realmente preocupada por no haber pensado en mí.
-No pasa nada. Estás perdonada.-la interrumpí.
Entonces sonó el timbre de arriba.
No me lo pensé dos veces y salí corriendo a la habitación.
Ella salió corriendo a la puerta.
De camino a la habitación oí la voz de él.
Fui aún mas deprisa al armario.
Eso seguro que era el paraíso para más de una.
El paraíso de la moda.
Para mí era un calvario.
¿Cuándo puedes elegir entre tantas cosas qué te pones?
Una camisa verde y el primer pantalón que vi.
Los zapatos también los tendría que coger.
No había nada plano.
Todo tacones de 12 cm…
Todos los zapatos eran de tacón de aguja y todos me parecían iguales.
Que pesadilla…
Me puse los primeros negros que vi.
Me miré al espejo y no parecía yo.
Decidí antes de salir dar unas cuantas vueltas con aquellos zapatos pues no quería hacer una entrada triunfal al salón de cabeza.
Cuando vi que por fin conseguía evitar parecer un pato mareado con aquellos zapatos y tras unos cuantos desequilibrios salí directa al salón.
Si tenía suerte no me caería en aquel corto trayecto.
Por si acaso yo iba con las manos cerca de la pared evitando accidentes en aquel día tan accidental.
Entonces los vi a los dos sentados en el sofá.
Nada mas verme los dos se pusieron de pie.
Él era mas joven que ella.
Era rubio de pelo largo, de ojos azules, alto y físicamente podía decir que estaba cuadrado.
Era como mirar al ken y a la Barbie juntos.
Ella se rió por lo bajo al darse cuenta que yo iba andando al lado de la pared.
También pareció gratamente sorprendida por mi elección.
Vi como ella me levantaba el pulgar sin que él se diera cuenta.
-Jorge, esta es mi amiga Carmen.-dijo Clara.
Me acerqué y le di dos besos.
-Encantada de conocerte, Clara me ha hablado de ti.-dijo mirando a Clara con complicidad.
Yo entonces levanté la ceja a lo Carlos Sobera y la miré a ella.
¿Habían hablado de mí?
Él se dio cuenta.
-Me ha hablado muy bien de ti. No vayas a pensar mal.-dijo Jorge aclarándolo.
-Yo de Clara no tendría motivos para pensar mal. -dije yo muy segura.
La miré con una gran sonrisa la cual me fue correspondida con otra gran sonrisa.
Esa sonrisa también iba con intención de que Jorge tenía mi aprobado.
Cuando la miré me di cuenta que ella no paraba de mirarle como aquella que no puede parar de contemplar una obra de arte.
Entonces recordé que era así como yo antes miraba a Alberto y que aquello ya no se repetiría.
Disimulé con todas mis fuerzas lo que estaba pasando por mi cabeza.
Y aquel dolor que nacía cada vez que le recordaba.
No quería ver como Clara se preocupaba aun más por mí y menos cuando yo la veía tan feliz.
No me había dado cuenta antes de lo que tenían allí montado en el salón.
Lo habrían preparado todo mientras yo estaba en el armario.
Desde luego que pareja...
Mi querida amiga.
ResponderEliminarLas cosas no son tan fáciles como parece, en efecto. Nunca. Ahí esta la gracia de vivir ¿no?
Excelente texto, una vez más.
Siempre suyo
Un completo gilipollas