Entonces me di cuenta en ese momento de la de vueltas que da la vida.
Nunca volvería a planear un mañana.
No servirá de nada.
Solo existirá hoy.
Hay trenes que solo pasan una vez. Este era el mío.
Nunca imaginé que abandonaría esta pequeña ciudad. Tampoco me había imaginado una vida sin Alberto… Nunca imaginé que Alberto estaría aquí despidiéndose de mí.
El hombre al que dejé, al que prometí un día que nunca le dejaría, que me cuidó cuando lo necesité, el que se comportó siempre como un amigo, el que fue una parte esencial de mí….
Yo tenía el billete en la mano y no paraba de temblar.
Me estaba enfrentando a uno de los momentos más duros de mi vida, un adiós definitivo a todo lo que conozco.
Yo sola…
Ha llegado el momento y el autobús no iba a esperar por mí.
Alberto tenía los ojos llorosos.
Él lo tendría que estar pasando igual de mal trago que yo.
Incluso peor.
Él había asumido que me tenía que dejar ir…
Temblaba como yo.
Yo miraba aquellos ojos marrones que sabían que no podían hacer ya nada para que me quedara.
Una mirada que me dijo que él en ese momento habría dado todo lo que tiene para estar conmigo y no perderme.
En un repentino movimiento él se me acercó y me dio un gran y caluroso abrazo.
Yo al saber que sería el abrazo de despedida le respondí aquel abrazo con todas mis fuerzas.
Creció el nudo en la garganta.
Las lágrimas comenzaron a nublarme la vista.
Me besó el pelo.
-Que no te de miedo. Pásalo bien y ten cuidado.¿vale?- me dijo en un susurro sin fuerzas.
Yo asentí con la cabeza.
Me temblaba casi todo, estaba a punto de un ataque de nervios.
Un segundo…
Un impulso nacía de mí a gritos.
Le dí un beso en los labios.
El beso con sabor a amargura, miel, recuerdo…
El me respondió aquel beso en el que los dos estábamos llorando.
Un beso intenso y triste…
-Señorita, ya nos vamos.- Dijo el conductor del autobús.
Me di la vuelta rápido.
Ya era la hora.
Le hice un gesto de adiós a Alberto con la mano sin mirarle y me subí al autobús.
No podía dejar de llorar.
Ojos que no ven, corazón que no siente.
Si le miraba de nuevo perdería mi oportunidad.
Una vez llegué a mi sitio me asomé por la ventana.
No quería, pero era imposible no mirar por última vez.
Allí estaba él de pie esperando a ver el autobús marchar.
Su sonrisa de oreja a oreja a la vez que se secaba las lágrimas.
Volví a temblar…
Se me encogió el corazón.
Me hizo un gesto de adiós con la mano, se colocó la camisa que me había prestado antes en el hombro y se fue.
Me sentí totalmente contradictoria…
No sabía si lo que quería era que el autobús arrancara ya mismo o bajarme para irme detrás de Alberto.
En ese mismo momento el autobús arrancó.
Quien sabe si era para no volver…
Esto continúa :D
Ojala alguno de vosotros echara de menos estos días en los que no pude publicar...
yo personalmente expraño demasiado un poquito de Carmen el día que no escribes...
ResponderEliminar:D
Mi adorada amiga: Me alegra que no se enfadase por mi análisis de los blogs. Eso dice mucho de usted (por ejemplo, que ademas de hermosa e inteligente tiene sentido del humor).
ResponderEliminarEfectivamente, son halagos destinados a acostarme con usted, tengo que intentarlo. ¡Entiendame! ¡Soy un completo gilipollas!
Referente al texto, como siempre: me ha dejado a medias. Pero usted es a la única mujer que le permito hacerme eso, disfruto demasiado con usted (castamente, para mi desgracia)
Siempre suyo
Un completo gilipollas
:D
ResponderEliminarhermosa e inteligente... ójala¡¡
jajajaja es una pena tenerle que dejar a medias, pero no hay otra¡