Mi corazón se puso a latir a mil por hora.
Me pegué un buen susto.
Él había parado en seco antes de hacerme cosquillas.
Yo seguía tumbada y él de rodillas.
Se giró hacia la puerta.
Parecía debatirse en conseguir la venganza de cosquillas o abrir la puerta.
Impresionante…
Sus ojos verdes eran iguales a los de su madre, preciosos como dos piedras preciosas.
Me miró.
Sus pupilas se dilataban.
El silencio fue absoluto.
No nos movíamos. No hablábamos.
Había algo en el ambiente.
Una sensación inexplicable…
Era algo mágico que consiguió alejarme de todo.
No era algo parecido a nada que conociera, solo sabía que estaba ahí y que no habría palabras ni para explicarme a mi misma que estaba pasando.
-Señor David, ya está tienen aquí la comida. - dijo una voz de mujer detrás de la puerta.
Entonces él hizo un gesto de fastidio. Se levantó para abrir la puerta.
Yo solo intentaba aterrizar.
¿Qué fue eso?
-¿Cuántas veces te he dicho que no me llames señor? Muchas gracias, Margarita. Ahora bajamos.
Yo estaba en la cama, por lo que no llegué a ver de quien se trataba.
-Lo siento David, es la costumbre.
Yo mientras me fui levantando de la cama.
Entonces le miré y vi que me estaba haciendo un gesto con la mano para que me acercara a la puerta.
Al acercarme vi como allí en la puerta estaba la misma señora mejicana que antes me había traído la tila.
-Carmen, esta es Margarita Sánchez.
-Señorita, estoy aquí para atenderla en todo lo que usted necesite. Es todo un placer conocerla. Clara me habló muy bien de usted.- me dijo con una gran sonrisa.
Ella me extendió la mano.
Parecía tan agradable y familiar.
Su vocecita con acento era muy adorable.
Me recordó mucho la mujer de mi tío.
No tenía ni idea de que decirle a esta mujercita tan graciosa.
Yo no estaba acostumbrada en casa a que las tareas del hogar las hiciera otro por mí.
Nunca tuve ese privilegio.
- El placer es mío.-le dije a la vez que le estrechaba la mano.
- Dense prisa o se enfriará. -Nos dijo a la vez que nos hacía un gesto para que nos marcháramos..
-Sígueme Carmen. He sido tan vago que ni si quiera te he enseñado la casa… Bueno, mejor te voy diciendo por encima de camino a la cocina. Es grande y nos llevaría un rato. Aquí en la parte de arriba hay cuatro habitaciones, entre ellas la tuya y la mía. Hay también una sauna. Hay un gimnasio y una sala donde mi madre solía pintar. Tenemos una terraza con piscina. En la parte de abajo está la cocina, el salón, la biblioteca, la sala de juegos y otra habitación, que es la de Margarita. Creo que eso es todo, pero no estoy seguro… Hace mucho que no estaba por aquí.
Yo a todo esto, pues flipando.
¿Una sauna? ¿un gimnasio? ¿Cómo?
Él lo decía como si esa casa fuera lo más normal del mundo.
Entonces bajamos las escaleras, pasamos por la sala de juegos y fuimos a lo que era el salón que era grande y espacioso.
No paraba de descubrir a cada paso algo nuevo y fabuloso.
Seguimos por un pasillo y llegamos por fin a la cocina donde estaba puesta la mesa.
Yo intentaba hacerme un mapa mental de todo lo que estaba viendo.
Cuando miré el frigorífico me di cuenta que en la puerta tenía el MSN puesto. Por lo tanto ¡hasta el frigorifico tenía internet¡
No me consigo explicar cómo tenía allí el kebab en tan poco tiempo.
Me iba a sentar a la mesa, pero él se me adelantó para echar hacia atrás la silla para que me sentara.
-Que caballero.
Estaba extrañadísima.
¿Cuánto tiempo hace que un chico no me coloca la silla para sentarme?
Creo que nunca.
Hubo un tiempo en el que creía que eso solo ocurría en las películas.
-Los modales son los modales. ¿Qué vas a querer beber?
-Agua.
Margarita pidió permiso para retirarse.
Aquello me parecía de telenovela.
-¿La quieres con sabor?
Yo ya me estaba quedando loca. Y le miré con una ceja levantada.
-Agua normal, sin gas, sin sabor ni color. Por favor.
-Lo que diga la señorita. -dijo él sonriendo a la vez que cogía la botella.
Después de tirarme tanto tiempo sin comer espero que el kebab no me siente mal.
Aquello tenía una pinta…
Si hubiera podido me lo hubiera comido de dos bocados.
Durante un tiempo solo tuve ojos para el kebab.
Se sentó a mi lado mientras él se comía una bolsa de Doritos, ensimismado en su mundo.
Sé por la cara que esta poniendo que esta preocupado por algo, pero no tiene que ser nada grave, por que enseguida se le pasó.
Entonces el giró la cara y me cató de lleno mirándole.
Yo estaba mordiendo el kebab y no se que pasó que justo en ese momento me atraganté.
Tosí una vez y me recuperé.
Me pregunto si podré alguna vez estar tranquila…
Él enseguida hizo un gesto para darme el agua.
Pero me volvió a entrar una risa estúpida justo cuando estaba bebiendo y lo puse todo perdido.
Él se asustó primero, luego se puso las manos en la cabeza y rió a carcajadas con cara de estar flipando conmigo.
Imposible conocer a alguien tan desastre como yo en estos momentos.
Debe pensar que soy la tía más pava que se ha cruzado nunca.
Solo sabía que él se lo tenía que pasar bien, no paraba de reírse cada vez que me escuchaba reír.
-Bueno, pues tendré que hacerte un interrogatorio para saber si eres de fiar.-Me dijo con los ojos entrecerrados y tratando de parecer serio.
-¿Te parezco acaso peligrosa?-Le dije desconcertada mientras miraba mis zapatillas y se las señalaba.
-Quién sabe… Ahora mismo si que no lo sé. ¿Cuántos años tienes?
-¡Oh, si! Eso te va a ayudar a saber lo peligrosa que soy. -dije sarcásticamente.- Tengo 24 años.
-Pues es un buen dato. Mas sabe el diablo por anciano, que por diablo.
-Una buena respuesta sin duda.
-¿Tienes alergia a algo?
-¿Y eso a que viene?
-Siempre es bueno saberlo.
- A la miel y a algunas frutas. Medicamentos nada.
-¿Tienes alguna afición?
-Demasiadas.
-¿Qué haces en tu tiempo libre?
Hacía mucho tiempo que nadie me lo preguntaba.
-Me gusta el skate, senderismo, dibujar, cantar, tocar la guitarra, bailar, salir de fiesta… Hay cosas que hace mucho que no hago. No era el momento…
En efecto.
Desde que dejé a Alberto no hice ni la mitad de cosas que me gustan.
Ahora me pregunto si he sido una ciega por no intentar hacer allí en Cáceres las cosas que me gustaban y olvidarme de él.
Creo que es mucho más fácil decirlo que hacerlo.
-Veo que te gustan muchas cosas. Interesante y curioso…
-¿El qué?-Dije volviendo a la conversación.
-Que te guste el skate o el senderismo. A mí también me gusta. Lo que pasa es que ahora… Ya no puedo salir como antes…-Se hizo un silencio corto. Cambió rápido de tema. -¿Es cierto que conociste a mi madre de esa manera tan… no sé, que te golpeó el coche?
Con eso descubrí que a David no le gustaba del todo ser famoso y que prefería no hablar del tema. Siempre cambiaría rápido el tema.
-Si, y no veas la cara que se me quedó cuando vi quien me lo había golpeado… Tu madre es como si tuviera un aura y una chispa a su alrededor que hace que se diferencie del resto. Es preciosa.
- Pues tiene que tener buenas expectativas de ti. Ella no hubiera traído a casa a cualquiera. Aún me pregunto que es eso tan especial que dice que tienes…
-Desde luego me considero muy afortunada. No se que espera de mí, no tengo ninguna cualidad especial ni soy especial. Por desgracia tampoco tengo super poderes ni nada que se le parezca.
Me miró con una gran sonrisa que me decía que no me creía.
Dios existe y usted sigue escribiendo igual de maravillosamente que siempre.
ResponderEliminarHace bien en adjetivar las sonrisas, no todas significan felicidad.
(menudo lío se ha montado con mi post sobre Dios, todo el mundo quiere saber la naturaleza del milagro... pero no, nunca lo sabrán)
:)))
Siempre suyo
Un completo gilipollas
Como tantas veces he pasado por tu blog a seguir leyendo tus historias y esta vez he querido dejarte is saludos.
ResponderEliminarBsos.
magicO.
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