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miércoles, 15 de diciembre de 2010

80. No dejes que decidan por ti.

-Vaya, ¿entonces por eso estás en Nueva York? Para presentar a tu novia. Bueno, ya no lo es... -dije sin poder disimular que acababa de repetirle lo que menos querría oír.
Por suerte él no pareció molesto por mi comentario.
-Si, bueno... Estas son mis vacaciones las cuales pienso alargar. Hasta ayer no sabía que era eso de estar tranquilamente en casa. Normalmente nunca paro. De aquí para allá todo el día.

Justo en ese momento llegamos a la puerta del restaurante. Yo no tenía ni idea de que sitio era, pero ya de por si la fachada me llamó la atención por su simplicidad.
¿Qué habría dentro?
¿Qué podía esperar de mi primera comida con David Mosley en la ciudad?
No podía creerlo.



(Pondré como ejemplo: Restaurant Alain Ducasse au Plaza Athénée.)

Al entrar dentro me di cuenta que se trataba de un sitio exclusivo.
Todo estaba cuidado al mínimo detalle en su interior.
Estaba organizado de tal manera que solo por la decoración, el lugar transmitía paz y comodidad.
Había diferentes apartados donde cada mesa tenía su propio ambiente e intimidad.
Un camarero nos acompañó a la mesa. Este no paraba de mirar con admiración y asombro a David.
David le sonreía agradecido por aquella atención. En el fondo yo sabía que algo estaba fingiendo.
David quería hablar conmigo, pero no lo hacía para que nadie oyera nada de nuestra conversación.
Ahora comenzaba a entender a David.
¿No estará harto de tener que ser observado y admirado las veinticuatro horas de día?
Es como si la gente pensara que les deben algo por ser famosos. Buscan ser especiales para ellos. Una sonrisa, un guiño, una foto, un saludo… Cualquier cosa que a las personas les haga sentir especiales por haber estado ni tan solo un minuto hablando con ellas.
Él solo trata a toda costa pasar desapercibido.
Y nada más sentarnos en la mesa que se encontraba en un sitio mas apartado y privado, salió de la cocina el cocinero.
Quería una foto con David y un autógrafo.
David eligió el vino que íbamos a beber.
Yo miraba la carta y me sonaba todo a chino.
Comida rara para mí, con ingredientes tan variados, que parecía que el cocinero había elegido al azar algunos ingredientes del supermercado para saber que salía de ahí.
Leía y releía.
Los nombres de los platos eran larguísimos.
Sentí que me miraba. Lo supe porque aquellos ojos no pasarían desapercibidos ni para mí ni para nadie.
Me decidió sacar del apuro eligiendo por mí.
Nos sirvieron el vino y enseguida conseguimos la intimidad que andábamos buscando.
-Pues ya es tu turno para que me cuentes tu historia. Espero que sea la verdad y que tampoco omitas muchos detalles. ¿Tenías planeado antes de conocer a mi madre venir a Nueva York?
-Para nada. Mi vida te puedo asegurar que hace pocos días estaba muy lejos de aquí en mente, cuerpo y alma. Hace un mes tenía pareja, con la que llevaba siete años. También un trabajo fijo y vivía en casa con mis padres.
El me miró con los ojos abiertos de par en par. Parecía costarle entenderlo. Estaba muy sorprendido.
-¿Siete años?
-Si, incluso que puede que un poco más.
-¿Y no os ibais a casar?
-Si, ese era el plan futuro. Por lo menos eso creía todo el mundo. Pero aún lo habíamos hablado. Solo lo imaginábamos, lo das por hecho. Ni si quiera habíamos pensado comprar la casa juntos.
-¿No?
-Pues no. Yo aun vivía en mi casa con mamá y papá. Una casa vale mucho dinero y yo ganaba un sueldecillo decente. No creo que yo estuviera cómo para una hipoteca. Quería disfrutar de unos años más y para ello vivía en casa.
-Me imagino.
-No, creo que tú no te imaginas… En España la gente no se independiza hasta muy tarde.
-¿Cómo de tarde?
-Me da a mi que tu vives en los mundos de ricolandia pero no te culpo. Cada uno vive donde le toca. Si la gente se independiza tan tarde, es porque tienes que pagar la casa, el coche y súmale muchísimo más. Después de eso suelen venirlos niños y mas gastos. Pero bueno, esto se sale de lo que vengo a contarte. Yo llevaba con él siete años. Mi familia esperaba de mi lo que se espera de cualquier chica normal. Que acabara mis estudios, que encuentre un novio que sea un buen partido, que encuentre trabajo y más cosas así por el estilo.
Llegó el camarero con el primer plato.
¿Era comestible?
Estaba tan bonito en el plato que me daba pena comérmelo.
Yo seguí hablando porque David me miraba con toda su atención.
-Así hasta que un día me di cuenta que no tenía sentido. No iba conmigo la historia.-dije dándome cuenta lo feliz que era pudiendo verlo como un pasado muy próximo, pero pasado al fin.
-¿El qué no tenía sentido? Por lo que se ve ya tenías media vida resuelta...Tenías casi todo menos la casa.
-Eso precisamente es lo que no tenía sentido. ¿Por qué mi vida estaba resuelta?¿Quién lo había decidido así? ¿Mis padres? Yo no. Todo lo hacía porque parecía que alguien lo había decidido por mí. Entonces lo vi claro en cuanto me pregunté eso. Algo estaba fallando. Si yo hubiera sido feliz, ¿porque me estaba preguntando si mi destino era ese?
-Vaya, por lo que veo si veo que ha cambiado la historia y ese no era tu destino. Está bien eso de que no te conformes con lo que quieren para ti. Dime, ¿qué fallaba?

David parecía muy interesado.
Creo que ni él se esperaba que yo me realizara preguntas sobre mi futuro y mi camino hacia la felicidad. Menos que compartiera con él mis inquietudes.
Sentía que él quería aprender algo de mí.

¿Habría algo que yo no sabría y que debería saber?

Continuará...

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