Gracias por leerlo :D

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martes, 15 de junio de 2010

43. Ámbar.

Entonces la abrí.
Mis manos temblaban.
No era un anillo.
Era un precioso colgante de plata muy sencillo y con un corazón de ámbar.
El ámbar es mi piedra favorita, la que siempre me daba suerte.
Alberto lo sabe.
Tiene un significado especial para mí.
El ámbar era la piedra favorita de mi abuela.
Ella coleccionaba muchísimas cosas de ámbar.
Un día de Noviembre, cuando yo tenía siete años, ella murió.
Uno de sus vecinos se dejó encendido un brasero.
Ella, su casa y sus cosas se convirtieron en ceniza por un incendio.
Todos me dicen que me parezco muchísimo a ella.
No supe la verdad hasta que no fui más mayor.
El ámbar me traía muy buenos recuerdos de ella.
Siempre me dejaba probarme sus joyas.
Un día Alberto y yo pasamos por una joyería y vimos aquel colgante.
Era muy parecido a uno que tenía ella que yo recordaba.
Si no me lo compré fue porque era carísimo.


Echarme a llorar…
Si…
No… ´
Aún me temblaban las manos.
El día que le dejé él me iba a dar esto…
Un poco de dolor en el pecho que aumentaba progresivamente.
-Alberto, es precioso… No se que decirte.- le dije a punto de echarme a llorar.
Hice un gesto para devolvérselo.
¿Me lo merecía?
-No, por favor quédatelo. Llévatelo como recuerdo mío. Enserio, se que te encanta y que te quedará precioso. Te dará suerte. -Su voz estaba casi como la mía. No teníamos fuerza en la voz.- Sé que te debo una disculpa Carmen. Quizás no lo hice todo lo bien que podía…
-¿El qué?
¿A qué se refiere?
-Lo nuestro. Lo que tú y yo teníamos. Quizás debería de haberte prestado más atención, haberme esforzado más…-Comenzó a ponerse nervioso.
-Alberto, lo hecho está hecho. No te comas más la cabeza.
Entonces él me quitó la caja de las manos, la abrió.
Me colocó el colgante en el cuello.
Sus manos al contrario que las mías no temblaban. Aprovechaban cada movimiento para acariciarme el cuello o el pelo.
Se puso enfrente de mí.
Me miraba con dulzura.
Se acercó a mi oído.
-Te queda precioso.-me susurró al oído.
Me quedé detenidamente mirando sus ojos brillantes.
Entonces él se adelantó un paso y me dio un beso en los labios.
Cuando hizo eso no me moví ni un centímetro.
Sentí sus labios calientes sobre los míos.
No sentí nada más.
Sentí como él se quedaba totalmente congelado al darse cuenta que yo no le había correspondido el beso y al afirmar con eso que de lo nuestro ya no quedaba nada.
Dio un paso hacia atrás.
Inesperadamente él me sonrió.
Yo no sabía que hacer o que decir.
Era como si él quisiera engañarse a si mismo.
-Vamos, que te lleve a casa. Si no, no vas a llegar.
-Tienes razón.-dije totalmente sorprendida de lo que acababa de pasar.
No me sentía culpable.
No había dolor.
Sorprendida de mi misma y de mi frialdad.
Era como si hubiera perdido un peso de encima.


Los dos nos montamos en el coche y nos fuimos de camino a mi casa.
No me lo podía de creer.
Quedaban nada más unas cuantas horas para enfrentarme a lo desconocido.
Lo que aun no me puedo creer es que hago yo aquí tan pancha en el coche de Alberto, que encima me haya regalado un colgante y le acabe de rechazar un beso…
Para colmo aún voy con el puntillo de haber estado de fiesta.
(Quien dice puntillo dice borracha)
Creo que es eso lo que le hace tanta gracia a Alberto.
No es lo que digo, si no la forma en que lo digo cuando he bebido.
Llegamos a mi portal.
Puso el coche en segunda fila.
-¿Quieres que te ayude con el equipaje?- me dijo él totalmente girado hacia mí.
-No hace falta. Llamaré a un taxi.
-¿Estás de guasa, Carmen?. Seguro que llevas unas maletas mas grandes que tú y tampoco creo que estes tampoco como para llevar mucho peso.-Dijo en un tono guasón. Volvía a ser el mismo Alberto que yo conocía.
Volví a ver su sonrisa incrédula.
Consiguió sacarme una sonrisa.
Aún sigo borracha y puedo liarla con la maletas.
Primero le di un pequeño golpecito en el hombro.
-Pues claro que si puedo, apenas llevo equipaje.-le dije intentando parecer creíble.
-Eso no te lo crees ni tú, ¿Qué piensas ir ahora por allí en pelotas con eso de que nadie te conoce?
-Si, pues claro. Me encanta ir en pelotas delante de la gente. Quién sabe si lo pongo de moda.-Le dije en un exageradísimo tono sarcástico.
-¿Entonces?-dijo él riéndose porque no entendía nada.
Si él decía eso es porque cuando nos íbamos él y yo de viaje, siempre me llevo muchísimas maletas.
Llenas la mayoría de cosas que no acabo ni necesitando.
En Londres le tenía desesperado con tanto equipaje.
Entonces averigüé en su expresión que en realidad quería asegurarse que me llevaba todo y quería pasar un rato más conmigo.
-Venga, sube a casa.







¿Hay ganas de saber que pasó en casa?

1 comentario:

  1. ¿le encanta ir en pelotas delante de la gente?
    :-)
    Una vez mas: excelente texto. Felicidades... continúe.

    Siempre suyo
    Un completo gilipollas

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