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jueves, 17 de junio de 2010

44. Un úlfimo cigarro. Un último adiós.

Era algo que no imaginé, el volver a subir a mi casa con Alberto.
Era muy extraño su compañía por todo lo que había sufrido y algo muy familiar, por todas las veces que habíamos subido juntos en aquel ascensor…
Cada vez me estoy dando más cuenta que quizás no fuera por el alcohol nada de esto estaría ocurriendo.
No se me habría ocurrido volver a acercarme a Alberto después de aquel día en el parque, después de saber que yo no me merezco que él me trate como si no hubiera pasado nada.
Soy la que acaba de admitir diciendo que él no viniera conmigo a Nueva York que en realidad lo que quiero es alejarme de él, ser egoísta y solo pensar en mí…
Soy joven, solo viviré una vez y quiero VIVIR.
Vivir sin compromisos,
vivir libre
y haciendo solo lo que yo quiera en una ciudad que representa un sueño…
No me refiero al sueño americano (aquel estúpido sueño americano lleno de riqueza), si no a mi sueño de volver a empezar de cero y siendo lo que yo quiera ser.
Ser feliz con lo poco que tenga ganado por mi esfuerzo.
Ese es mi sueño.
Sin ataduras y sin metas, solo llegar allí, comenzar y ver lo que la vida me va ofreciendo.
Cuando llegué a casa allí estaba todo lo que había sido mi vida monótona y rutinaria.
Mis días desde que tomé el biberón, aprendí a andar, lloré, reí, celebré fiestas, canté, bailé, me peleé con mi hermana, abracé a mis padres, me castigaron, me sentí querida… Estaba todo en aquella casa y en mi cabeza.
Ese era mi sitio y sabía que pasara lo que pasara, siempre podría volver, y volvería con nuevas historias y más experiencia.
Yo de niña nunca habría imaginado esto.
Me estaba volviendo mayor y era la hora de abrir las alas para volar…
Alberto entró a mi casa justo detrás observándolo todo detenidamente.
Dejé en el salón las llaves del Saxo, no lo iba a necesitar.
Alberto había entrado a mi habitación sin decirme nada.
Allí estaba él mirando las cosas que tenía en la habitación.
Aún no había quitado ninguno de sus regalos ni ninguna de sus cosas.
-Veo que por aquí siguen las cosas igual.-Dijo con cierto tono de melancolía en su voz.
-¿Qué te esperabas?
-No lo sé.
Entonces se fijó en un corcho que tengo en mi habitación lleno de fotos.
Faltaban bastantes fotos que estaban dentro de mi maleta y allí seguían algunas cuantas fotos que tenía con él de algunos viajes que habíamos hecho.
-¿Puedo llevarme esta foto de aquí?
Entonces me acerqué a ver cual era.
Era una foto suya y mía de un intento de viaje a Badajoz.
Digo intento, porque a mitad del camino el coche se estropeó y nos quedamos tirados allí un buen rato en mitad de la nada.
Salimos él y yo, sonrientes, con un precioso paisaje de fondo lleno de encinas y azul intenso en el cielo.
La miro y pienso lo pequeños que parecíamos en aquella foto.
Esa foto me encantaba y era una de las primeras veces que desde que no estoy saliendo con Alberto, vuelvo a sonreír al verla.
El me miró y me sonrió.
Creo que él había pensado lo mismo que yo.
-Por supuesto que puedes quedarte esa foto, es tan tuya como mía.- le dije.
Entonces la despegó del corcho y la guardó en el bolsillo.
Tenía que darme prisa y ponerme otra cosa que no fuera la camiseta de Alberto.
Llevaba tal encima que me puse lo primero que vi en el armario sin pensármelo ni un poquito.
Me dirigí hacia la entrada a coger el equipaje.
Él se me adelantó y cogió todo.
Cerré las persianas, apagué las luces y cerré la puerta.
¿Cuándo volvería?
No tengo ni idea, pero sea lo que sea, espero volver algún día.
En el ascensor, Alberto no me paraba de mirar de una manera muy extraña.
-¿Qué me miras tanto?-le dije nerviosa.
Me estaba poniendo impaciente.
-No me esperaba de ti que te marcharas de casa con tanta frialdad, no sé… Sueles ser más sentimental para estas cosas. Aún me acuerdo de la pena que te dió cuando nos fuimos a Londres y me parece mentira…
-Si te soy sincera, a veces yo también me sorprendo a mi misma.
-También me sorprende que lleves tan poca cosa .¿Hay algo que yo no sepa? ¿Solo una maleta? ¿Es enserio que vas a ir desnuda?
Entonces recordé que Alberto no tenía ni idea de quien era Clara.
Él solo sabía que me habían ofrecido trabajo en Nueva York.
Esa era la versión oficial que había contado a resumidas cuentas a los conocidos.
Mi madre supongo que no le dio muchos detalles a su madre la última vez que hablaron, pues mi madre sabe que aún la herida está reciente y que no debía irse mucho de la lengua.
No creo que Alberto deba de conocer toda la verdad.
Se asustaría si supiera que a Clara la conocí hace 9 días.
-Creo que se ha hecho un poco tarde para contestarte a esa pregunta. Pero te puedo decir que allí voy a estar bien y que no te tienes que preocupar por nada.
Esto último se lo dije por que le conozco muy bien y sé que es seguro que le de vueltas toda la noche de lo que hago o dejo de hacer.
Siempre ha sido muy protector conmigo.
-¿Carmen te puedo pedir un último favor?
-Por supuesto.
-¿Me darás un toque cuando llegues?- Me dijo en tono suplicante, un tono que tenía él en especial que me hacía decirle que sí a cualquier cosa que me pidiera.
-Está bien. Lo haré. No te preocupes.
Nos volvimos a montar en el coche.
Esta vez el silencio me perturbaba, pues sabía que por mucho que lo intentara disimular, resultaría raro y difícil una despedida con Alberto.
Por fin llegamos a la estación de autobuses.
Esperamos allí los dos durante cinco minutos mientras nos fumábamos un cigarro.
El último cigarro en Cáceres.
No nos dijimos nada.
Yo escuchaba y sentía en el pecho un corazón latiendo fuerte y a mucha velocidad.
Justo al acabarlo llegó el autobús.
Saqué el billete del bolso.
Alberto metió la maleta en el maletero.
Llegó el momento de la despedida.
Esto ya no era un hasta luego… era un ADIÓS.






Continuará...

2 comentarios:

  1. Excelente (una vez mas) pero no me lo titule así, por el amor de Dios, que hace dos semanas que he dejado de fumar.
    Y oiga usted: yo cada día digo ADIÓS y cada día vuelvo. Dele una oportunidad...
    Siempre suyo
    Un completo gilipollas

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  2. Yo tb estoy dejando de fumar, a si es q le entiendo¡¡
    Pero es el último cigarro.
    jajajajaja
    Pueden pasar muchas cosas :)
    Entonces tus adioses son hasta luego¡

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