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domingo, 19 de diciembre de 2010

81. Ahora lo único que quiero es...

-Lo tuve claro a ratos. El amor estaba fallando. Creo que no estaba confundida. Un buen motivo para seguir en un sitio es el amor que sientes por alguien. Cuando sientas que no tienes un buen motivo por el que seguir, estarás perdiendo el tiempo… Bueno, pues entonces lo dejé con él. Todo con él se había convertido en costumbres establecidas. De nosotros y cómo era todo al principio no quedaba nada. Era como un amor llevado a otro nivel. Sabes que le quieres, pero no es sentir lo que sentías. Tampoco le dejarás nunca de querer. No había pasión, ni romanticismo… no había nada.
Creo que me costaba menos contárselo a él al tratarse aún de un desconocido.
Por fin alguien que no conocía a Alberto y que no iba a juzgar la situación poniéndome a mí en un mal lugar.
-Te costaría dejarle.
-En parte si y por otra parte no.
-¿Qué parte no?
-Me sentí liberada. Un peso menos de encima. Era algo que necesitaba vivir. Le echaba de menos de vez en cuando, pero sabía que volver con él no era la solución. Fue duro y triste asumir que tantos años no servirían para nada cuando una relación funciona día a día. Le quiero pero no como tenía que quererle. Ni si quiera él a mí. Y fue en el primer día que me animaba a salir tras la ruptura , cuando salgo de una discoteca y me encuentro mi coche con un pedazo de bollo impresionante.
Puse la misma cara de imbécil que se me quedó cuando ví por primera vez aquel golpe.
David parecía entenderme.
-¿Venías de una fiesta?-dijo él.
-No, venía de estar por ahí con mis amigas. Lo peor fue cuando llegué a pensar que el bollo me lo había hecho Alberto…
-¿Entonces él se llama Alberto?
-Si.
-Desde luego por mas que lo pienso, siete años es mucho tiempo...¿Cómo te convenció mi madre para que vinieras?
-¿Qué me convenció? No me tuvo que convencer de nada. A mi el segundo día que la conocí me daba una pena enorme saber que se iba a ir de la ciudad. No sabía ni si quiera si la iba a volver a ver. Y nunca sospeché que ese viaje iba acabar siendo mío. Ella me preguntó que si lo que estaba era buscando aventuras, le dije que sí y mira dónde estoy. Me hubiera ido incluso a Malawi solo por salir de Cáceres…
-¿No te gusta Cáceres?
-No es porque me guste o no. Nada es negro ni blando. Es por lo que representa para mí. Es por lo que representa en mi vida y mis recuerdos. Representa el quedarse encajado en un sitio. Incluso diría que me recuerda a no avanzar, como una especie de compromiso... Solo de pensarlo ya me agobia.
-¿Se enteró él que ibas a venir?
-Cómo para no. Cáceres es en realidad un pueblo. Nos conocemos todos. Y todo se acaba sabiendo.
-Ni que fuera un paparazzi colectivo.
-Si, básicamente era algo así. Cuando se lo dije me confesó que al él le habían ofrecido trabajo aquí.
Él me miró con los ojos entrecerrados como aquel que quiere saber más allá de lo que yo le fuera a contar.
-¿Por lo que puede venir en cualquier momento?-Me dijo lentamente esperando mi reacción.
-Si, pero da igual que venga. Las cosas ya están claras. O por lo menos eso creo.
-Aun llevas ese colgante suyo.¿Están claras las cosas?
-¡Y dale con el colgante! Su historia es la siguiente. Mientras tú estabas de cena con tu padre y su novia, yo estaba con un pedo impresionante saliendo del bar donde hacían mi fiesta de despedida... Entonces apareció tu madre.
-¿Mi madre? ¿Qué pinta mi madre en todo esto?-dijo pareciendo perdido.
-Si, tu madre. Esto fue un día despues de las fotos de gorro de mejicano y la peluca de espinete. -Al recordárselo comenzó a reirse.- Resulta que salí del bar y tu madre supuestamente iba a entrar a la fiesta que me habían hecho mis amigos de despedida.
Me dijo que no podía entrar que estaba con Jorge en casa que se había echo un esguince. Con eso me tengo que acordar de preguntarle por él.

-A mi también se me olvidó preguntar.-dijo David pensando en ese detalle.
-Pues ya sabes. Que no se nos olvide.
Nos retiraron el primer plato y llegó el segundo. Desde luego todo estaba riquísimo. Y volví a echar otra foto.
David me miraba con una gran sonrisa esperando a que continuara mi historia.
-¿Qué paso porque mi madre no quisiera o pudiera entrar a tu fiesta?
-Que de repente comenzó a llover a cántaros. Iba a volver a la fiesta, pero entonces apareció él, Alberto. Si no llega a ser porque tu madre dijo que no podía entrar, yo hubiera entrado dentro del bar y él no se hubiera atrevido a entrar, porque le conozco. Cuando le ví lo entendí todo. Claro que le quería, pero no era lo que yo estaba buscando. Aparte, solo tengo veinticuatro años, no creo que todavía nada sea definitivo. O por lo menos es de lo que estoy ahora convencida.
-Ya. Pero nunca lo sabrás porque si tu vida cambió en unos días, ¿Quién te dice a ti que no vuelva a cambiar?
-Yo desde luego estoy abierta a todas las posibilidades. Él colgante me lo regaló esa noche. Decía que quería que yo lo tuviera. Aun no quité ni siquiera las fotos suyas de mi habitación. ¿Serviría de algo, si todo me recordaba a él? Mi casa, mi coche, la calle, los bares, las canciones…
El frunció el ceño.
-Vaya. Me acabas de recordar que me tendré que poner a empaquetar todas las cosas que tengo de Jennifer en Miami. Que suplicio.-Dijo llevándose las manos a la cabeza. Y se colocó el pelo de aquella manera tan sutil.
-¿Vivíais juntos?
-Si. Hace unos meses decidimos dar ese paso. En mi casa de Miami. Aunque pocas veces hemos coincidido allí un largo periodo de tiempo.
-¿Tiene las llaves de tu casa?
-Claro que si.
-Pues yo que tu cambiaba la cerradura. -Le dije alarmada. Capaz de que esta fuera de las típicas que empiezan a arrojar todo por todas partes como venganza.
El comenzó a reirse.
-Puede que tengas razón. Pero sé que se va a quedar en Nueva York. Por lo menos hasta que consiga hablar conmigo una vez más. Creo que incluso irá a la fiesta de los hermanos Bell.
-Es verdad…¿Por qué todos me hablan de esa fiesta?-le pregunté con gran curiosidad.
La última persona que me había hablado de ella era Jack.
-Digamos que es uno de los eventos del año. Los hermanos Bell preparan una fiesta siempre justo antes de Navidad. Son dos hermanos que se encargan de preparar las mejores fiestas que nunca puedas imaginar. Como acto de promoción para su propia empresa, invitan a todos los famosos que pueden. Son muy importantes esas fiestas casi nos obligan a ir. Son amigos míos desde hace muchísimo tiempo e incluso les he ayudado a organizarlas y por eso voy encantado.
-¿Y que se hace en esas fiestas?
-Pues conocer a gente muy interesante y disfrutar con la puesta en escena.
-¿Cómo?
-Si. Estas fiestas están ambientadas en un contexto. El año pasado se trataba de un circo y te digo que casi meten al elefante. -Decía riéndose mucho.
Era tan contagioso el verle reír.
-¿Un elefante?
-Si, es que se emocionan haciendo esas cosas. Ya te enseñaré unas cuantas fotos.
-¿Y este año de que va a ser?
Yo estaba ya emocionadísima. Por lo que me está contando David y por los gestos que está haciendo tiene que ser algo superior.
En ese momento yo ya había terminado con el segundo plato.
Ya empezaba a notar que había bebido vino.
Me estaba emocionando pensando en fiesta.
-No puedo decirlo. Yo lo se porque he tenido que hacerles un pequeño favor, pero eso nunca se dice. Eso solo se descubre cuando uno entra.
-¿Me piensas dejar con la intriga?- Le dije pestañeando mucho y poniendole ojitos.
Maldito vino…
Entonces él se me quedó mirando de una manera especial.
Me di cuenta de lo que podía pasar.
Ya conocía aquella mirada de: Quiero algo más de ti.
No, allí no.
No tan pronto.
Es mi compañero de piso y se acabó.
Aunque yo esté sintiendo un cosquilleo por dentro que me esté matando.
Aunque en este momento lo único que quiero es...



Continuará...

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