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sábado, 8 de mayo de 2010

10. Todas las miradas sobre ella.

-Jordi, por más que pasa el tiempo sigo sin entender por que no te arrancas de una vez a decirle nada. A este paso va aparecerse cualquier otro y te la va a quitar.-dije un poco cabreada después de lo del café.
Él se apoyó en la barra con las manos en la cabeza como signo de estar desesperado.
No sabía que hacer para ayudarle. Me desespera verle tan indeciso con una tontería como pedirle una cita.
Entiendo que ser compañeros de trabajo lo puede complicar todo, pero no creo que ella le vaya a decir que no.
-Carmen, no todos tenemos la suerte de ser tan decididos como tú cuando quiere algo o confía en algo.
Levanté mucho las cejas.
¿Esa es la imagen que yo doy? Definitivamente las apariencias engañan.
Yo hice lo que hice porque lo creí necesario, no porque estuviera decidida.
Soy muy indecisa y he estado pagando las consecuencias.
-Eso no vale. No estamos hablando de mí, estamos hablando de ti y de tus sentimientos. Creo sinceramente que te mereces a una chica que te quiera. Demuéstrale que tú eres lo que ella busca. Jordi, tú eres un amor. No pierdes nada por intentarlo. Bueno, quizás dejes el efecto tsunami a un lado.
Él suspiró y me miro a los ojos y me sonrío en señal de agradecimiento.
Volvió a recuperar la chispa del Jordi de siempre.
-Muchas gracias, en serio me hacían falta ánimos...Esta misma tarde se lo digo.
-Así me gusta.
Él siguió trabajando y yo me fui con el desayuno a la mesa.
Era la hora punta del descanso de la mayoría de los trabajadores de la zona.
Jordi estaba bastante atareado.
Yo terminé de desayunar y volví de nuevo al trabajo.
Allí me encontré con que Clara estaba esperándome apoyada mi mesa de trabajo.
Mi sonrisa al ver la suya era inevitable.
Despampanante, esa era la palabra para describirla.
Alrededor de ella parecía haber un aura de elegancia, educación y estilo.
Mis compañeras de trabajo la miraban con cara de admiración. Me miraron a mí con una cara interrogante.
Había cuchicheos en la sala.
Las miradas la señalaban y a ella le daba igual.
Ella allí estaba esperándome a mí.
Todos estaban alucinando al mirarla.
Me quité la chaqueta y me acerqué a ella.
Le saludé con dos besos y le ofrecí sentarse.
Ella aceptó la invitación con su perfecto protocolo.
Ya he visto que el coche parece como nuevo.
-Te dije que no era ninguna molestia y que iba a estar listo en nada de tiempo.
Mire a mi alrededor y me di cuenta que todas mis compañeras de trabajo me miraban como si tuvieran una interrogación en la cara y con extrema curiosidad. Todas ponían la oreja.
Clara me dio las llaves con su estupenda sonrisa y yo me puse a buscar las llaves del golf en el bolso.
Le pregunté que tal su cita y comenzó a darme más detalles de los que yo creía.
Mi curiosidad volvió a crecer y en mi interior daba botes de alegría.
Intenté disimular pero no sé si lo hacía bien.
Las miradas de las curiosas me distraían, pero Clara actuaba como si nadie estuviera allí.
Había quedado con su profesor de yoga que es unos 10 años menor que ella. Fueron a cenar al Atrio. Me empezó a decir unos menús… Yo con la boca abierta. Y con una sonrisa picarona me dijo que la noche acabó pero que muy bien.
Con una mirada me lo había dicho todo. No pude evitar reírme.
Le dí las llaves del golf.
-¿Hay algo más en lo que yo pueda ayudarte?-le dije yo suplicando con la mirada que no se fuera ya.
Ayer me había dicho que me iba a dar trabajo, y dudo que por trabajo entendiera que le diera las llaves de su coche.
-Pues sí. Estoy aquí porque quiero un billete de avión. Solo de ida.-dijo seria.
Me quedé perpleja.
Un piano sobre mi cabeza otra vez.
Significaba que se iba a ir.
No me gustaba nada la idea, pero en realidad no me extrañaba.
Una persona con ese nivel de vida se puede permitir cualquier lujo cuando le de la gana …Yo no tengo ningún derecho a pedirle que se quede durante más tiempo.

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