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domingo, 16 de mayo de 2010

18. ¿Dónde está la cámara oculta?

Al ver su cara creo que incluso me asusté.
Ella seguía con aquella sonrisa caminando hacia mí.
Esa sonrisa de iluminada la hacía parecer un ángel que venía a salvarme.
¿Una genial idea?
¿Alguna buena noticia?
-Bueno, por donde íbamos...- dijo sentándose a mi lado y mirándome con esa gran sonrisa. .- Entonces tú estás esperando a que pase algo... No sabes que va a ser. Supongo que esperas que sea dentro de poco tiempo y tienes ganas de irte de aquí. Incluso has roto con tu novio de toda la vida para ir a vivir aventuras... ¿Es eso?
-Si bueno… Es eso. Aunque no es solo vivir aventuras, si no encontrar mi lugar.

Dicho así me sonaba todo totalmente estúpido.
¿Encontrar mi lugar?
Era en realidad lo que me pasaba.
Quería vivir aventuras y encontrar mi lugar.
Sonaba fácil y estúpido.
Ella no parecía verlo muy estúpido.
Había dicho lo que me pasaba como si fuera lo más normal del mundo.
No creo tampoco que irse a vivir aventuras sea tan estúpido. Es dirigir la vida de cada uno sin nadie que mande sobre él.
-Quizás yo pueda ayudarte, o eso creo. Hasta que no estuviera segura creo que no debería haberte dicho nada, pero tú ten esperanza en mí.
Ella estaba con tanta alegría contenida que me parecía que iba a empezar a pegar saltos en el sofá.
Me quede perpleja.
No sabía que hacer.
¿Qué me acababa de decir?
¿Esa mujer que había llegado de la nada me había dicho que me podría ayudar?
¿La que me había echo un bollo gigante en el coche y me lo arregló entero?
¿La misma mujer que había conocido nada más hace dos días pretendía cambiarme la vida?
¿Qué la impulsaría para quererme ayudar?
¿Tanta pena le había dado?
Por muy desconcertada que yo estuviera, sentada y petrificada en sofá solo de pensarlo, sabía que aunque ella me mandara a Malawi yo iba a ir de cabeza.
Yo la miraba y la remiraba esperando que me dijera que era una broma, pero ella me miraba con esa sonrisa impaciente.
Incluso miré alrededor buscando una cámara oculta.
Ahora deberían de decirme que es una broma, darme un ramo de rosas y que salieran todos mis amigos de cualquier habitación de la casa.
Yo prepararé mi cara de gilipollas.
Clara me empezó a mirar desconcertada.
Ella esperaba otro tipo de reacción.

-¿Confías en mí aunque solo sea un poquito?-dijo ella desconcertada.

¿Qué era verdad?
Me pareció una pregunta estúpida a estas alturas.
¿Me había dado ella algún motivo para desconfiar?
Algo del brillo de su mirada me decía que no es que me debiera fiar de ella, si no que era la respuesta que esperaba para que todo saliera bien.
-Quizás no debería porque te acabo de conocer, pero si el destino me ha llevado a esto y tú me ofreces ayuda, por supuesto que me fío de tí.
- Estupendo. Tú déjalo en mis manos. – Me dijo ilusionadísima. Se puso de pie de un salto. Irradiaba felicidad. - Pues venga, ponte el abrigo que nos vayamos a tomar un café calentito.
Yo estaba atontada.
Mi mirada se quedaba perdida en el infinito pensando en un mundo de posibilidades.
Yo me limité a levantarme y seguirla.
Ella andaba casi pegando saltos de alegría.
¿En que estaba pensando ella?

No podía creerme lo que acababa de pasar.
Solo podía pensar que mi futuro estaba en manos de ella.
Confiaba en ella.
Ella se iba a esforzar en que yo consiguiera felicidad.
Cuando llegamos al portal nos dimos cuenta que habíamos salido tan deprisa, yo atontada y ella pegando saltos, que no habíamos caído en la cuenta en que no sabíamos a donde ir.
Le propuse ir al bar de Jordi que estaba al lado.
Ella aceptó sin pegas.
Ese bar me encantaba porque tenía la esencia de los bares de antiguos.
No existía la deshumanización, todos nos conocíamos a todos.
La gente mayor no paraba de repetir que los jóvenes de ahora son unos alocados y que ya no hay caballeros.
La culpa la tiene la televisión, los videojuegos e internet.
A mí había un hombre en el bar que me decía que yo era incluso más hombre que muchos que se consideran como tal.
También me decían que era mucha mujer para cualquier hombre.
No me lo tomé nunca a mal, si no como un halago a mi personalidad.
No me gustaba considerarme una señorita repipi y tampoco quería ser una mujer conformista.
Me gusta luchar por lo que creo.
Todos deberíamos luchar por aquello en lo que creemos.
Luchar y arriesgar.
Esa era la única solución para saber si podemos ganar.
Yo ahora cruzo los dedos para que todo salga bien.
Algo en mi interior me dice que todo va a ir bien… Me están dando muchas ganas de chillar y saltar, y no sé porqué...
En realidad lo que me gustaba de ese bar era que llegabas allí, y por mucho que estuviera rodeada de desconocidos te daba igual ponerte a hablar con ellos.
-¡Carmen!-Me saludó Jordi al entrar con su sonrisa de oreja a oreja.
Me fijé cómo entrecerraba los ojos y luego los abría de par en par al ver a Clara.
La cara de Jordi era de estar flipando con Clara.
Me pregunto si ella ya estaba acostumbrada a esa reacción de los demás al verla.
Me acordé de lo del cabaret.
Creo que imposible que le molestara si le gustaba que la miraran cuando estaba en corsé casi desnuda.
Me giré y ella me sonrió como si no pasara nada.
A ella la gente le da igual.
Cuando miré alrededor me di cuenta que no era el único que miraba a Clara de arribabajo con la boca abierta.
-¡Hola Jordi! Te presento a mi amiga Clara. -dije tan feliz como hacía mucho tiempo que no estaba.

¿Volvería la Carmen de siempre?

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