Gracias por leerlo :D

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lunes, 24 de mayo de 2010

25. ¿Me estoy volviendo loca?





-Ahora me río. Pero en esos momentos se me caía el mundo encima.-Me dijo riéndose y llevándose una mano a la cabeza.-Sin embargo, yo me levanté y seguí como si allí no hubiera pasado nada. A cualquiera le podía haber pasado. Por suerte no era mi primer desfile, si no uno de los muchísimos que realicé. Fue muy bonito mientras duró.
-A mi me daría algo si eso me pasara a mí. Aunque no será por la cantidad de veces que me he caído.
Me dí la vuelta.
Ya no quería mirar aquellos zapatos. Solo de mirarlos me ponía eléctrica al saber que tendría que llevar unos así.
De estar riéndome mi cara cambio totalmente al mirar la carretera.
Reconocí enseguida el coche que se acercaba para pasar a nuestro lado.
Un Audi Q7.
Alberto.
Ella notó enseguida mi cambio de humor.
Volví al estado de shock.
Era imposible esconderse.
Yo era incapaz de dejar de mirar.
El coche cuando pasó por nuestro lado fue despacio.
Una se encontró con mi mirada con la suya durante un segundo él metió un gran acelerón hasta que le perdí de vista enseguida.
Noté como a cámara lenta ese momento.
Un segundo me había servido para saber muchas cosas.
Se notaba que el había perdido peso…
El hecho de tener mas marcadas las facciones le hacía mas atractivo.
La barba de varios días, eso no es típico en él.
Él se afeita todos los días. O por lo menos eso hacía.
Unas ojeras marcadas hacían que pareciera que hubiera envejecido unos cuantos años en varios días.
Me sentí fatal.
Por un segundo sentí como toda fuerza de mi cuerpo desapareció.
Solo era capaz de sentir los latidos de mi corazón a mil por hora.
Ella se puso justo delante de mí.
-Era él, ¿verdad?-me dijo con una voz muy suave.
-Si.-dije en un susurro.
-¿Sigues sintiendo algo por él?
-No lo sé.
-Cariño, vamos a casa. Estás muy pálida…-dijo Clara tocándome la frente.
Preferí no seguir hablando del tema y continué hablando de otra cosa que no tenía nada que ver.
Por suerte ella me empezó a hacer una lista de los sitios que me esperaban allí los cuales no me podía perder.
Eso consiguió distraerme.
Pero aún así no sabía si era suficiente para olvidar la mirada de Alberto.
Una mirada inexpresiva totalmente.
Esa mirada no me había dicho nada, pero poca falta me hacía cuando se veía que él no estaba bien.
Llegamos a su casa y en el salón encima de la mesa estaba el ordenador que ella decía que me había comprado.
Era un precioso ordenador portátil.
No era uno cualquiera.
Era un MacBook Air de Apple.
Al abrir la caja y verlo vi que era finísimo.





Ella se puso muy contenta al ver que yo pegaba saltitos e iba de detrás de ella a darle un abrazo.
Le di mil gracias pero ella me decía que no tenía porqué dármelas, que eso para ella no era nada.
Ella no paraba de reírse y de decirme lo graciosa que era.
Me comparaba con Heidi.
Me parecía que era los reyes magos adelantados.
Miraba alelada el ordenador.
Que cosa tan fina.
Que pasada.
Que cambio de emociones.
Que día llevo.
Ella empezó a hacer una lista de las cosas que yo debería de llevar en la maleta.
La maleta que yo llevaría para allá tenía que ser básicamente ropa de estar por casa y objetos personales.
Las demás cosas que ella tenía pensado comprarme ya me las enviaría.
A ella le sonó el móvil y yo me quedé en el ordenador viendo todas los programas que me había ya instalado su “chico de los recados”.
Cuando ella volvió ella venía haciendo un bailecito mas gracioso que mis saltos de Heidi.
Me dijo que era su profesor de yoga , que no era por parecer creída , pero que lo tenía en el bote.
¿A quién no iba a tener esa mujer en el bote?
¿Qué no quería ser creída? Ella podía permitírselo.
Había conseguido otra cita con él esa misma noche. No me extrañaba.
Aquí donde veo a Clara toda feliz el otro tiene que estar haciendo piruetas en el aire.
Ella era digna de hacerle un cuadro y mil fotografías.
De su armario gigante Clara me regaló unos pantalones.
Me daba vergüenza aceptar tantos regalos, pero cuando vi su cara de enfado cuando le dije que se los devolvería pasé de volverle a decir que no.
Era extraño, pero usábamos la misma talla.
Las dos éramos altas y delgadas.
Era la única semejanza que veía entre ambas.
Decidí que ya era hora de irse.
Al día siguiente y a partir de ese momento me esperaba hacer muchas cosas como: despedirme del trabajo, de mis padres, de mis amigos, de mi manera de vestir…
Mas bien quería asimilarlo y hacer el idiota con el portátil nuevo.
Me sentía un montón de cansada, pues aquel día me había parecido largísimo.
Entonces me despedí de Clara, le pedí su número de teléfono, la dejé en su enorme armario eligiendo ropa para su cita y me fui para mi casa.
Debería de haber llamado a Lucía y a Mery, de avisar a mi hermana, de ir contándoselo a mis padres y decir que estas navidades no las iba a pasar en casa.
Ni siquiera iba a ir a la cena con las de mi trabajo.
Pero pasé de todo.
Tenía que organizar mis pensamientos.
Darme una ducha, ponerme el pijama, tomarme una tila o valerianas y dormir.
Ese era el plan.
Me esperarían días muy ajetreados.
Hoy había sido un día muy ajetreado.
Al tumbarme en la cama sentí el gran peso del cuerpo.
Suerte que había dormido la siesta.
Nueva York…
Nueva York…
¡NUEVA YORK!
No paraba de acordarme de la serie sexo en Nueva York.

Por muy temprano que me fuera a la cama ayer, no significaba que hubiera dormido bien. Cada dos por tres me despertaba con cualquier mínimo ruido que oyera.
Me costaba mucho reconciliar el sueño por lo que hoy me había levantado cansada.
Casi como un zombi.
Tenía que arreglarme y desayunar.
Lo hice de una manera pausada y relajada.
A partir de ese momento no tendría que trabajar, por lo menos hasta que no llegara a NY.
Todo me sonaba a una locura.
Me hice una promesa a mi misma no iba a pensar mucho en lo que me esperaba.
Solo de pensar que trabajaría en uno de los hoteles mas lujosos de allí según me había dicho Clara, me ponía como loca.
Quizás ya lo estaba.
No quería hacerme ilusiones.
Pues me daba miedo que todo lo que iba a pasar no fuera verdad y que yo quedara como una tonta y todas mis esperanzas en la mierda.
No tenía ni idea de la cara que pondría mi jefe cuando le contara la historia y le dijera que ya no iba a trabajar más allí.
Tenía la suerte de que el jefe era amigo mío y precisamente él me enchufó para trabajar allí.
Desde que lo dejé con Alberto no paraba de lanzarme indirectas para que me liara con él.
Con la excusa de que éramos amigos se lo permitía.
Eso me alimentaba el poco ego que tenía en esos momentos.
No sabía como se iba a tomar que me fuera.
Lo iba a saber en breves.

3 comentarios:

  1. Mi adorada amgia... yo le doblo lo que haga falta.

    Respecto al final de Lost por el que me pregunta solo puedo decirle que aunque es emocionante, es una autentica tomadura de pelo pues deja muchisimas preguntas sin responder.

    Puede esperar a bajarsela por internet e incluso puede esperar hasta el domingo cuando la emita Cuatro, no se pierde gran cosa.

    Bueno... ¿entonces me deja doblarle la ropa interior? ¿si o no?

    Siempre suyo
    Un completo gilipollas

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  2. ¿Y por qué demonios pensaba yo que no tenías ningún blog? Un fallo imperdonable. Tendré que ponerme al día.

    Hasta ahora lo que he leido, me ha gustado

    Un beso, guapa

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  3. New York, New York de un día para otro…. cuanto menos excitante. Por experiencia sé uqe ante algo así no se mira el presente, el descoloque de las hormones lo impide, es al dar el último paso, cuando ves que no hay vuelta para atrás ni quieres darla, cuando todo lo omitido aparece en poderosa bomba de sensaciones. Si ves a Alberto, dile que se mejore.

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