No lo sé…
Pero yo estaba feliz solo de ver lo feliz que se encontraba Jordi.
Clara también disfrutaba viendo lo feliz que era Jordi.
Parecía un hombre nuevo.
Se notaba que se había quitado un peso de encima.
Clara me tenía asombrada por una vez más.
Yo la gente que conozco, ya nunca se preocupa de si alguien está bien o está mal.
Cada uno a lo suyo.
Me di cuenta sobre todo cuando rompí con Alberto.
Las había que me preguntaban por interés del cotilleo y otras me preguntaban para saber si yo estaba bien o estaba mal.
Ver que aún hay gente que se preocupa por los demás, que lo hacen desinteresadamente, me hizo creer que haría bien confiando en Clara.
Y es que es cierto que ya cada uno va a lo suyo.
Eso es algo que te acaba enseñando el tiempo. Al igual que te acaba enseñando que tienes que conservar a aquellas personas que merecen la pena.
Es difícil encontrar esas personas por las que darías todo, pero cuando se hace, no hay que ser idiotas.
Algo me dice que debo conservar a Clara por algo más que mi curiosidad…
Me da igual que quede el tiempo que quede para estar con ella.
No deberíamos de perder el contacto.
Ella había hecho algo por alguien al que yo quería cómo algo más que un amigo y eso significaba mucho para mí.
No hablamos mucho durante el chocolate, pero era de lo más agradable disfrutar de su compañía.
Me encanta mirarla reír, mirar como bebe, como juega con su pelo…
Me produce tal admiración que me conformo con estar con ella.
Una vez nos acabamos el chocolate, nos despedimos en la puerta del bar y quedamos para el día siguiente.
Esta vez en vez de quedar para comer juntas nos iríamos a tomar algo por la tarde.
Me hubiera encantado ir con ella mañana e invitarla a comer, pero yo sigo teniendo obligaciones.
Yo seguía viviendo en casa y mañana nos reuniríamos toda la familia para comer en casa incluyendo el novio de mi hermana, que es ya cómo de la familia.
En parte me fastidió pero por otra parte no estaría nada mal.
No sé que estaría preparando Clara para mí o que tenía pensado, pero seguro que es fuera de esta ciudad y lejos de mi familia.
De ser así tendría que aprovechar mi tiempo para estar con ellos.
Una vez me monté en el coche llamé a Mery.
Quedamos en su nueva casa de “la Mejostilla” o “la lejostilla”. Cualquier nombre es válido.
Aún no me la había enseñado.
Yo había estado muy deprimida como para salir y ella muy liada con los muebles.
Cuando entré vi que allí estaba Lucía impaciente esperando en el sofá para que Mery nos contara cómo había sido estos días con su cita, la que conoció el sábado.
Y siendo Mery podía haber pasado cualquier cosa.
A esta chica enamoradiza y despistada le pasa de todo.
Terminó de enseñarme su acogedora casita. Lo que más me gustó fue su patio lleno de flores.
Lucía que había estado allí mas veces se movía como pepe por su casa.
Comenzó a contarnos detalles del chico de su cita.
Él era un jugador de fútbol que tenía familia aquí y estaba viniendo de vez en cuando.
Ella lo veía todo de color de rosa. Nos lo vendía como el hombre ideal y pensado para ella.
Parecían tener mil cosas en común.
Lucía y yo lo estábamos flipando porque Mery nunca había pensado de esa manera en un chico y estaba que se le caía la baba por él.
Justo le llegó un mensaje al móvil de lo más ñoño para mi gusto.
Mery se hacía de cera tirada en el sofá.
Lucía gritaba de la emoción.
Yo era incapaz de realizar cualquier acción.
Para protegerme me había realizado mi propia coraza de hielo.
Me alegraba de que ella estuviera feliz pero algo me hacía rechazar aquella sensación de sensibilidad frente al amor como algo maravilloso.
Lo veía como algo que me había hecho mucho daño.
No sabía si volvería a sentir lo que había sentido en un principio por Alberto.
Mientras me lo contaba todo me recordaba a mis primeros días con Alberto y nuestras primeras citas.
Esos días empalagosos con flores, bombones y mensajes al móvil.
Yo ya no me acordaba de como era eso de mirar a alguien y sentir cosquillitas en el estómago.
Querer pasar con alguien mil horas.
Necesitar acariciar su pelo.
Dar y recibir besos hasta el amanecer.
Tener las manos enlazadas mientras andas por la calle.
Sentir pasión a cualquier hora del día y en cualquier lugar.
Compartir canciones.
Decirle sus mil cosas buenas.
No parar de hablar de él a todo el mundo.
Hacerse mil fotos.
Una lista interminable de tonterías que hacen los enamorados.
No definitivamente, no.
Porque yo me quería ir al fin del mundo YO SOLA y ser feliz YO SOLA.
Mi corazón se había creado un caparazón para no sentir ante lo que yo ya había sentido por Alberto.
Mi cerebro para no sufrir había creado un velo ante los recuerdos de Alberto.
Era mi nuevo kit de supervivencia si quería volver a ser la Carmen de siempre.
¿Lo conseguiré?
Ójala sea cierto eso de que el tiempo cura las heridas.
Decidí que disimular sería lo mejor y me hice la eufórica cuando leyó el mensaje por tercera vez…
Cosas de enamorados...
Lucía nos contó como quería darle una sorpresa a su novio. Tenía que estar preparada para organizarles un viaje por Europa.
Me parecía perfecto.
Ahora me tocaba a mí.
Era mi turno de contarles lo que me había pasado en tan poco tiempo.
¿Qué pensarían ellas cuando les contara todo lo de Clara?
¿Qué pensarían ellas de Clara?
Cogí aire para comenzarles a contar…
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