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miércoles, 26 de mayo de 2010

27. Es la hora de contar la verdad.

Creo que estoy demasiado acostumbrada a ir a mi libre albedrío y ese corte de pelo quizás era demasiado a la moda para mi gusto.
En realidad me debería de callar.
¿En realidad me preocupaba el cambio de mi pelo, cuando en realidad me tendría que preocupar mi vida en un ambito más general?
No lo sé.
Ahora lo único que tengo claro es que me voy a preocupar por el presente, si es que consideramos que mi pelo es una preocupación.
Notaba miradas encima de mí.
Creo que era eso lo que me incomodaba.
Ese corte de pelo me hacía mas llamativa y todos me miraban.
Alomejor era producto de mi imaginación, no lo sé.
Sabía que algo en mí ya estaba empezando a conseguir su objetivo.
EL GRAN CAMBIO.
Cuando quise darme cuenta (fui todo el camino dentro de mi mundo), allí estaba en el portal de mi casa.
Subí en el ascensor en vez de las escaleras y coincidí con una vecina.
Con ella había confianza y eran años y años de vernos todos los días.
Por lo que en cuanto me vio me empezó a decir lo guapa que estaba con ese corte de pelo y que me favorecía muchísimo.
No podía explicármelo…
La gente cuando le dicen lo guapo o guapa que están, se supone que les gusta.
Se supone que te tiene que gustar o te lo tienes que creer.
O quizás eso te hace sentir mejor.
A mí no.
A mí para sentirme bien me da igual lo que se vea por fuera.
Es por eso que no me quedó otra que responderle a mi vecina con una falsa sonrisa de agradecimiento.
No sé si supe disimular bien.
La sensación de ser el centro de atención y el centro de las miradas me agobia.
Mirarme al espejo y no reconocerme yo misma por el pelo, era algo que no me gustaba nada.
Cuando llegué a mi piso, al entrar en casa mi madre estaba cerca de la puerta.
Al verme pego un pequeño respingo, pues no me reconoció a la primera.
Luego se acercó a mi y empezó con lo mismo que me había dicho la vecina, venga y venga alagar a mi pelo.
Como no me pararan de hablar de mi pelo pensaba ponerme una peluca.
Mi madre me hizo un interrogatorio.
-No me extraña que te quede el pelo tan bonito después del sitio tan caro que me has dicho que te lo han cortado. ¿Se puede saber desde cuando tú te gastas tanto dinero en una peluquería?
Sabía que de hoy no iba a pasar el que les tuviera que contar la verdad.
A mi madre no se la iba a colar con lo del pelo cuando cada vez que tenía que ir a la peluquería era uno de mis mayores suplicios.
Aproveché el momento.
Íbamos a empezar a comer los tres y vi que esa era mi oportunidad para contarles la historia.
-En realidad yo no he sido quien se ha gastado el dinero.
-Y si no has sido tú, ¿Quién ha sido?...¿Ya estas saliendo con otro chico?- intervino mi padre tímidamente.
-No papá no estoy con nadie. Hace unos días he conocido a una mujer fantástica que me va a dar la oportunidad de mi vida…
Mis padres se miraron el uno al otro sin entender nada de nada.
-¿A que te refieres Carmen? ¿De quién hablas?-dijo mi madre un poco asustada.
Sabían que algo había estado pasando estos días, pero no se atrevían a preguntar.
-En estos últimos días he conocido a Clara Segovia. Es una mujer inglesa que vino aquí a vivir hace unos diez años. Le gusta Cáceres. Ella sabe todo lo de Alberto… ha sido mucho mas difícil para mi de lo que podáis imaginar. Ella me ha propuesto que me vaya a trabajar a uno de los hoteles mas lujosos de Nueva York y ya me ha conseguido una plaza de trabajo allí. Me ha dicho que allí tiene casa y que no le importará dejarme vivir allí durante un tiempo hasta que yo encuentre piso. Me ha dicho también que yo no tendré que pagar nada a cambio de que acepte sus consejos. Este a sido uno, que me cortara el pelo… y también he dejado el trabajo.
No sabía cual de los dos tenía aun mas cara de estar ensimismados, si mi madre o mi padre.
Creerían que me había vuelto loca.
Eso del trabajo elevaría el grito al cielo.
Nadie se creerá que no tengo que pagar nada.
Mi padre estalló en un gritos.
- ¿Pero niña, tu estas loca?¿Te fías del primer desconocido que pasa y te promete el oro y el moro?¿Acaso no sabes que las cosas no están como para andarse con tonterías de niña pequeña y fiarse de desconocidos?-dijo con la vena muy hinchada.
-¡Papá, tú no tienes ni idea de quien es ella!-Le respondí también en un grito.
Entonces mire a mi madre, y me di cuenta que parecía que con ella no iba la bronca.
-¿Has dicho Clara Segovia?-dijo mi madre en su mundo.
-Si, he dicho eso.-dije aún cabreada.
-¿Esa no es una mujer muy guapa y elegante que trabaja por la agencia turística?-dijo mi madre con los ojos abiertos.
Parecía sorprendida de que yo la conociera.
-Si, es ella.
Entonces se hizo el silencio.
Mi padre no tenía ni idea de quién era y aún estaba enfadado.
¿Mi madre la conoce?
-¿De que la conoces?-
La curiosidad me estaba matando.
-Ella fue la que hizo que se reconciliaran tu tía y tu tío.¿Te acuerdas cuando estuvieron a punto de separarse? Ellos me hablaron muy bien de ella. No les cobró nada por ayudarles. Por lo visto también tiene mucho dinero.
-Mamá, el dinero en ella es lo de menos.
Y es que es verdad.
Creo que el dinero es muy necesario, pero mucha gente lo sobrevalora y llega a hacer cosas estúpidas y antimorales por culpa de él.
Odio la gente que presume de ello.
Ese dinero que Clara me iba a dejar, era necesario, pero sabía que si todo salía mal… no habría cantidad suficiente de dinero en el mundo para curar la decepción que me causaría el haber perdido.
-Ya lo se hija. Manuel, creo que podemos estar tranquilos, esa mujer es de fiar. Carmen es mayorcita para hacer lo que quiera.
Mi padre la miró en un primer momento incrédulo.
Luego se dio cuenta que prefería creerla.
Sabía que yo ya era mayorcita y que haría lo que me diera la gana.
Él no podría pararme.
Ni él ni nadie.
Ya no había nada que me retuviera allí.
Yo quiero a la gente que quedaré aquí, pero precisamente aquí no me queda nada nuevo que me retenga.
-¿Cuándo te vas?- dijo mi padre asimilándolo.
-Dentro de cinco días.
-Eso es pronto… Muy pronto ¿Por qué no nos avisaste antes?-dijo mi madre.
-Aún no lo sabe casi nadie. Me lo dijo ayer.
-¿Estás segura de hacer lo correcto? ¿No es todo muy precipitado?-dijo mi padre.
-Ponte tú en mi lugar. ¿Dejarías pasar la oportunidad de tu vida? ¿Eres consciente que voy a trabajar en uno de los hoteles mas lujosos de Nueva York y tendré la oportunidad de conocer mundo? Ahora que tengo 24 años creo que es el momento de decidir mi futuro, no cuando tenga 60.
Se quedó meditando y al final me dio la razón.
Creo que conseguí que lo viera desde mi punto de vista.
Entonces mi padre sin decir nada decidió sacar una de sus botellas de vino caras que guarda para las ocasiones especiales y brindamos por lo que el futuro me depararía.
Después de tomarme varias copas de vino mientras terminaba de comer decidí que la mejor manera de asimilar todo seria durmiendo.
Caí redonda en el sofá.
Cuando me levanté medio adormilada.
Mi madre me avisó de que había llamado a sus amigas y a la familia para avisarles de que me iba al extranjero.
La verdad es que no me hacía ni pizca gracia.
Como Mery y Lucía, mis mejores amigas, se enteraran de otra mano lo que iba a hacer, me podía caer una buena bronca por no decírselo a ellas primero.
A si es que no me lo pensé ni dos veces y me fui directa a buscar el móvil.
No sabía a cual de las dos llamar primero, pero me decidí por Lucía que era la mas preocupada.
Por suerte la pillé en casa y cuando terminé de contarle la historia casi me queda sorda, pues no dejaba de meter grititos de emoción y alegría.
Y me contagió su emoción.
Las dos a voces por el teléfono.
-¡Carmen! ¡Lo has conseguido¡
-¡SI NENA!
-Pues ya sabes, no te libras de una buena fiesta de despedida.
-¿Qué dices? Estás tonta.
-¡Qué si! Yo me pienso encargar de todo.
-Enserio que no hace falta.
-Me pienso poner ya a ello. Oye nena te tengo que colgar que tengo que acabar el trabajo que me han mandado. En cuanto sepas algo más llámame.
- Vale, nos vemos guapa, te quiero.
-Yo también te quiero. Adiós.
No se ni como la he dejado.
La ultima fiesta que ella monto todo acabó hecho un desastre y en el cuarto de baño nos encontramos un montón de bragas, tangas, calzoncillos…
Se le fue de las manos e invitó a gente que no conocía.
Otros se colaron en la fiesta.
Espero que esta vez no se le ocurra invitar al primero que vea.
Cogí de nuevo el móvil y llamé a Mery.
Para mi sorpresa cuando cogió el móvil tenía la voz llorosa y triste.
Estaba desganada y desconsolada.

¿Qué le habría pasado?

1 comentario:

  1. Siga, por favor... necesito saber que le ha pasado!!!
    Siempre suyo
    Un completo gilipollas

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