¿Eso no era Manhattan?
-Ah, vale.
Fue lo único que se me ocurrió decir tras saber a donde iba.
-Te voy a dar todo el tiempo que quieras para que te adaptes. Una vez te hallas habituado a horarios y al modo de vida de allí, tú solo tendrás que llamarme para que avise al hotel de cinco estrellas para que te admitan en su plantilla. Ya lo he hablado con el jefe y estará encantado de tenerte allí gracias a mi recomendación. Una vez lleves trabajando allí un tiempo verás como con ese currículo podrás trabajar en cualquier ciudad del mundo tal y como deseabas. Si quieres quedarte allí es tu decisión, al igual que podrás volver aquí a Cáceres.
Solo asentí en la cabeza por que creo que hasta que no lo viera me lo podía creer.
¿Qué ella ya lo tenía todo planeado?
Eran pocos días los que tendría para decidirme si quería utilizar aquel viaje para lo que había estado esperando.
Miles de ideas estaban pasando a la vez por mi cabeza.
No me apetecía preguntarle nada más, pues mi cabeza estaba totalmente en otra parte.
Una parte de mí pedía que se me acercara cualquier persona de allí y me metiera un buen pellizco.
Una señal.
Necesitaba una señal.
No hizo falta.
En ese momento llegué a darle tantas vueltas al café, con tanta rapidez que se me vertió encima.
-¡Dios que desastre!-dije dando un grito y levantándome a la vez.
El café aún estaba caliente.
Me había mojado todo los pantalones.
Todo el bar se me quedó mirando.
Ella se rió.
Me miraba sabiendo que tardaría en asimilar todo lo que me estaba diciendo.
Me miraba sabiendo que iba a aceptar.
Clara sabía que podía cambiarme la vida si aceptaba su propuesta.
Vino el camarero a limpiar la mesa.
Yo fui camino al cuarto de baño para intentar hacer algo por disimular la mancha.
Aun asi yo seguía en mi estado de shock.
En el cuarto de baño me sequé los pantalones con papel.
Podía hacer poco más.
Parecía que me había meado encima.
Salí desquiciada del cuarto de baño y muerta de vergüenza.
Me fui tapándome con el bolso.
Ella ya había pagado los cafés y me hizo una señal para que nos fueramos de allí.
-No te preocupes, estas cosas pasan hasta en las mejores familias. Ahora vamos a ir a mi casa. Allí está el portátil nuevo que te he comprado. Te va a encantar. Pero no te he preguntado si quieres ir. ¿Quieres ir? No hace falta que respondas…
-Claro que quiero.-Le interrumpí antes de que terminara la frase.
-Eso me parece estupendo estupendo. No te vas a arrepentir. Pues a partir de ahora hablaremos en inglés.-Me dijo inglés, emocionada casi como yo y con una gran sonrisa.
Por suerte era uno de mis idiomas favoritos y sabía perfectamente hablarlo.
Dí las gracias en mi cabeza a aquel intercambio en Londres y tanto tiempo en la escuela de idiomas.
Gracias a eso el idioma no sería ningún problema.
-He tenido muchísima suerte de encontrarme con una persona como tú. Si todo sale bien, no sabrñé nunca como agradecértelo.-Le contesté en inglés sincerándome con ella.
-Carmen…en este poco tiempo he descubierto que eres una persona con ilusión y que lo único que te hace falta es una oportunidad. Yo puedo darte la mejor de las oportunidades. Yo disfruto haciendo feliz a los demás. A mí el dinero no me dio la felicidad. Tampoco me sirvió para conservar lo que más quería. A mí hace unos años la avaricia me llevó a la perdición. El dinero ayuda y siempre ayudará, pero la felicidad se puede encontrar en las pequeñas cosas. A mí el dinero me dio mas problemas que soluciones. Yo hace diez años también me encontraba perdida. No paré hasta que encontré un sitio como este y vivir tranquila. No todos tenemos las mismas ambiciones. Yo sé como te sientes sin encontrar tu sitio. Quiero darte la oportunidad de elegir tu vida y tu destino y quiero saber que he conseguido que tú puedas encontrar una gran oportunidad. Encuentra tu lugar. Un día de estos vamos a morir y antes de eso tienes que estar segura de haber vivido, si no la muerte será un chiste y te quedarás siempre con la duda de cómo podía haber sido tu sueño o tu vida si no aceptaras esta oportunidad que te brindo.
En estas últimas palabras me quedé reflexionando.
Sorprendida me habían quedado aquellas palabras.
Me lo había dicho muy enserio.
Había algo en la mirada de Clara.
Un pasado oscuro que ella no me quería revelar.
Algo de su mirada me decía que era verdad que ella lo había pasado muy mal.
¿Sería la fama que se ganó?
¿No se solucionaba con dinero?
¿Habría perdido a alguien muy querido?
El dinero es cierto que no lo recupera todo.
No te lo da todo.
Me preguntaba que le había pasado a Clara para que no encontrara su lugar y que justo que lo encontrara aquí en Cáceres.
Ella quería ayudarme.
Estaba contentísima que ella quisiera darme esa gran oportunidad y que no me pidiera nada a cambio.
Sabía que como todo saliera bien podía ser una de las personas de las que me debía de fiar.
Al verla me di cuenta que no se trataba de ninguna broma.
A partir de ese momento me tocó las narices que pareciera que había meado marrón.
Solté una gran sonrisa.
Me fue devuelta.
Íbamos a ir a su casa porque me había comprado un portátil.
Mil sensaciones en mi interior.
Energía imparable nacía de mi interior.
Felicidad.
Nervios.
Miedo.
Hiperactividad.
En ese momento creía que me iba a dar algo de toda la mezcla de sensaciones.
Todo se estaba cumpliendo al pie de la letra, aunque de manera totalmente inesperada.
-Muchas gracias por confiar en mí Clara. Después de todo lo que me acabas de decir… Creo que estoy tan emocionada que no me salen palabras.
-No tienes que agradecerme nada. Por mucho que intentes disimular, seguro que lo de Alberto te ha afectado y no te vendría nada mal cambiar de aires. ¿verdad?
Recordé como ayer ella me había visto llorar desconsoladamente cuando me preguntó que si tenía novio.
-Si, bueno. Tienes razón. -dije mirando al suelo.
Era recordarle y sentir dolor.
Clara se dio cuenta que así era.
Era imposible disimular que me molestaba hablar de él.
Ella parecía comprender totalmente lo que me pasaba.
Siete años juntos era bastante tiempo.
Hacía muy poco tiempo que lo habíamos dejado.
Yo aún seguía teniendo todos sus regalos en mi habitación.
Todavía no había podido escuchar mis canciones favoritas porque todas me recordaban a él.
Íbamos por Cánovas y me quedé mirando unos zapatos de tacón.
Me parecían elegantes y con un tacón tan fino que me parecía imposible de llevar.
Se parecían mucho a los que llevaba Clara puestos.
Cuando se dio cuenta que me detenía a verlos ella se paró a mi lado.
Empezó a decirme que a partir de ahora se acabarían las zapatillas para mí.
Era su consejo que debería de cumplir.
Mi vestimenta iba a tener que cambiar, por que quisiera o no tenía que ganarme una reputación.
Al lugar donde iba a ir eso de las zapatillas no estaba muy bien visto.
Tendría que comportarme como una señorita al igual que debería vestir como una.
Solo de mirar el tacón de los zapatos que ella me indicó que llevaría cuando estuviera en Nueva York, creía que me dolían los pies.
Mi ropa también tendría que cambiar.
Necesitaría un fondo de armario nuevo.
Me aseguró que no me tendría que preocupar.
Ella sería la que eligiría mi vestuario o la persona que me iba a vestir.
Tal y como se vestía ella me parecía todo un lujazo.
¿Querría Clara que yo vistiera como ella?
Yo con tacones de aguja podía causar catástrofes.
Podría perder toda la elegancia que ella quisiera plasmar en mí en menos de un minuto. Nos reímos un rato mientras yo le advertía contándole mis numerosas caídas.
Ella me “tranquilizó” cuando me contó la primera vez que ella se cayó en una pasarela y bajó rodando unas escaleras delante de todos.
Luego me dijo que se levantó e hizo como si no pasara nada.
Ahí fue cuando Clara comenzó a contarme su vida como modelo.
¿Pero esa mujer había sido de todo?
¿Una niña pija que había sido bailarina de cabaret, luego modelo y ahora sexóloga?
Ella guardaba más sorpresas de las que nunca podría llegar a imaginar.
Cuanto más la conozco más curiosidad me produce.
¿A tí no?
Mil gracias a los que seguís esto¡¡
Como siempre perdonen las faltas de ortografía.
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