Me dirigí hacia su casa con esa alegre sensación en el cuerpo.
Con Clara no tenía la sensación que produce quedar con algún desconocido de ansiedad o nervios por no saber que decir.
El portal estaba abierto y subí directamente sin llamar al telefonillo.
En el ascensor olía a muchísimas comidas diferentes y yo me estaba muriendo de hambre.
Llamé al timbre y en menos de 5 segundos ella me abrió la puerta invitándome a pasar.
A continuación subimos las escaleras y me llegó el olor de la comida.
Ella me preguntaba que tal me había ido el día y eso me hacía sentir aún mejor.
La mañana había empezado mal pero en realidad el día me estaba hiendo mejor que ningún otro.
Cuanto más miraba su casa más me quedaba fascinada.
Eran pequeños objetos y pequeñas obras de arte las que marcaban la diferencia en esa casa.
Cuando llegamos a la cocina me di cuenta que todo estaba meticulosamente preparado para servir la mesa.
La mesa del salón parecía totalmente de revista o de restaurante lujoso con todo perféctamente colocado para comer.
Ella abrió una botella de vino y me sirvió una copa.
En realidad el vino nunca me a llamado la atención a la hora de comer, pero si era un buen vino me iba a gustar, y así fue.
Cuanto más hablaba con ella mientras comía más adorable, cariñosa y alegre me parecía.
Comimos pausadamente porque ella no me paró de contar cosas relacionadas con su pasado sin que yo le dijera nada.
Toda la conversación sobre su vida comenzó de una manera un poco absurda.
Ella mientras yo cogía una servilleta se acercó y me agarró la mano.
Miraba una pulsera mía muy detenidamente a la vez que me dijo que ella había tenido una igual.
Esa pulsera había sido un regalo de mi amiga Laura cuando fue por primera vez a California.
La vió en un mercadillo de objetos antiguos y sabía que a mí me iba a gustar.
Ahora ella vive allí y yo la guardo como un recuerdo y con mucho cariño.
La pulsera está un poco vieja pero es de plata y me gusta mucho. Es muy llamativa por las piedritas que tiene de colores.
Me pidió la pulsera y la miró. Abrió los ojos como platos al verla.
-¡Qué de vueltas da la vida! ¡Esta pulsera era mía! La perdí en París hace muchísimos años. -dijo casi gritando de lo sorprendida que estaba.
-¿Y porqué lo sabes?-dije yo incrédula.
¿De todas las pulseras del mundo tenía que ser la mía?
-¿Acaso tú sabes porqué tiene grabado unas iniciales aquí?-dijo acercándose y enseñándomelo.
Me había fijado una vez, pero ni le di importancia porque creía que sería de la marca de la pulsera.
Las iniciales eran bien claras: C.S.S.
¿Yo había llevado todo este tiempo algo de Clara encima?
Esta pulsera llevaba en mi poder por lo menos seis años.
-Pues tienes razón no me había fijado.
-Toma la pulsera. Aún recuerdo como la conseguí, lo que nunca imaginé que la volvería a ver. Enserio, nunca. -dijo moviendo la cabeza sin creérselo todavía.
Se volvió a sentar y sin que yo dijera nada comenzó a contarme la historia.
Yo seguía comiendo y escuchándola.
Ella era la hija de un famoso director de banco que había pasado por una época muy rebelde.
Estaba aburrida de la misma gente y las mismas caras. Del ambiente de gente que miraba a la gente por encima del hombro por de su dinero.
Me hablaba de gente que podría limpiarse el culo con billetes de quinientos.
Lucía odiaba la idea de tener que vivir con gente tan superficial.
Gente que no paraba de criticarla y de juzgarla por salir con un chico que no era de su círculo de amigos de entonces cuando solo tenía 16 años.
“Salir” porque en realidad me contó que lo quería para follárselo mientras los demás iban a misa los domingos.
Se reía de los que la criticaban.
Un día su hermana les pilló en su habitación y a ella la mandaron a un internado en París.
Le pregunté por su hermana, pero fue duro saber que hacía unos cuantos años había muerto por VIH.
El momento clave de mi sorpresa después de llevar un buen rato alucinando de lo que me estaba contando, fue cuando me contó que comenzó a trabajar de bailarina en un cabaret de los que hay en París.
Un día en una fiesta conoció al que fue su primer marido, dueño de la sala del cabaret.
Se escapó del internado para trabajar haciendo un show en el que ella era la diva y la protagonista cuando solo tenía 17 años.
Su fama aumentó como la espuma.
Todos los hombres la adoraban y le regalaban mil cosas.
Recibía constantemente rosas y cartas perfumadas con declaraciones de amor.
Comenzó a ganar mucho dinero con todo el espectáculo.
Sus padres estaban desesperados por llevarla de nuevo a casa, pero ella ganaba lo suficiente como para mantenerse sola y tener sus propios lujos sin depender de nadie.
Le gustaba sentirse adorada por todos.
Se levantó de la mesa y sacó de un cajón una foto.
Sin duda era ella.
Impresionante.
Eso si era un espectáculo y lo demás tontería.
Su corsé blanco lleno de perlas que destacaba entre todas las demás bailarinas.
Ella en el centro de la imagen con una gran sonrisa y los brazos estirados.
Cualquiera reconocería a aquella pelirroja, su piel de porcelana y aquellos ojos verdes.
Con su primer sueldo compró la pulsera que yo llevo puesta ahora mismo en mi muñeca.
Me dijo que mirara bien la foto y vería la pulsera.
Me acerqué más la foto y reconocí esas piedritas que llevaba en la muñeca, sin duda esa era mi pulsera.
Yo estaba que tenía que luchar con mi mandíbula para que no se quedara abierta del todo.
Ocho días…
¿ Tengo solo ocho días antes de que se vaya a Nueva York?
Disculpen las faltas de ortografía¡¡¡¡ No tngo tiempo para repasarlo¡¡ Tengo que irme a besar al pepón de mi sobrino¡¡
Gracias a los que siguen la historia, enserio¡¡¡
Espero que les guste¡¡
Mañana más y mejor.
Yuffie hoy t lo dedico¡¡¡ CUANDO LO VEAS DÍMELO¡¡¡¡
Me tienes enganchadísima con la historia!!! mañana quiero más, eh!!!!!!!!!
ResponderEliminarBesossssssssssssssss