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martes, 25 de mayo de 2010

26. Dejo el trabajo. Comienzan los cambios.



Cuando voy a trabajar se supone que tengo que llevar falda como mínimo.
Se darían cuenta que pasaba algo raro desde el momento que entré.
Me pensaba vestir normal con pantalones.
Ya no tendría que trabajar más allí.
Cuando entré en la tienda todas me miraron.
Nadie me dijo nada de la ropa.
Me preguntaron qué me había pasado que tenía unas ojeras tremendas.
Esa noche había dormido fatal y no era un secreto para nadie.

Las miré a todas y una a una lentamente.
Sonreí al saber que no tendría que ver las mismas caras todos los días.
Todas me miraban pensando que estaba loca.
Le pedí a Marta que llamara a Julián, mi jefe.
Mi próximo ex jefe.
Me acerqué a mi mesa de trabajo bajo la atenta mirada de todas las demás.
Cogí una caja vacía que había al lado del armario y comencé a meter mis objetos personales dentro.
Todas se miraron entre sí.
Cuchicheos en la sala.
Mi sonrisa en la cara no me la podía quitar.
Nadie se atrevía a preguntarme que me había pasado para que recogiera todo.
Ellas lo estaban flipando.
Pero no lo flipaban ni la mitad que yo ayer cuando Clara me contó sus planes para mí en Nueva York.
Si no hubiera tenido trabajo seguro en mi destino, esto hubiera sido un suicidio debido a la crisis.
Cuando esté allí trabajaré en un hotel de cinco estrellas ganando mucho más de lo que gano aquí.
Por no decir que ganaré en idioma y experiencia.
En cuanto me alejara de España sería libre…
Que bonito suena.
No tengo ataduras de nadie.
Bueno, aún sí.
Creo que estoy soñando despierta otra vez.

No estaban las cosas en este momento como para ir dejando los trabajos así como así.
Hay gente en esta época que tiene que sobrevivir con el dinero que gana del paro.

Llegó Julián y se quedó en estado de shock cuando vio que casi todas mis cosas ya estaban recogidas.

-¿Se puede saber que estás haciendo?-Me dijo el sin entender nada.
-Julián, dejo el trabajo. Me han ofrecido un puesto mucho mejor en Nueva York.
El abrió los ojos de par en par al igual que todas mis compañeras de trabajo que miraban totalmente atentas la escena.
Él sabia al igual que todas las demás que no podría dejar pasar esa oportunidad.
Todos sabían que estaba aburrida de estar aquí viviendo.
En la sala había caras de asombro, de envidia, de felicidad…
Me daba igual.
Yo tenía mi sonrisa de oreja a oreja.
Las que en verdad eran mis amigas se acercaron a mí para felicitarme.
-Supongo que no puedo mejorar la oferta y creo una decisión ya tomada por lo que veo, ¿no?
Creo que Julián tenía la pequeña esperanza de que no fuera verdad.
Su voz no tenía fuerza.
Le estaba afectando más de lo que creía.
-Así es Juli, me voy.
A continuación nos dirigimos a su despacho y allí terminamos el papeleo y todo lo demás trabajos pendientes.
Sabía de una amiga mía de la universidad que estaba en el paro, por lo que mi puesto estaría cubierto sin problemas.
Cuando salí de allí todas me hicieron un círculo.
-¿Cuándo te vas?-Me dijo Marta con la voz apenada.
-Si no cuento hoy, solo me quedan cinco días.
Solo de pensarlo me puse nerviosa.
-Que pena, entonces no vas a estar aquí para el día de la cena. Pero seguro que no te pierdes nada, mas quisiera yo poder ir a Nueva York.
Si era sincera en realidad la cena me importaba un pimiento.
Puse cara de pena cuando en realidad me importaba mas bien poco.
Pero si me daba pena despedirme de mis compañeras de trabajo.
-Si, bueno… No os preocupéis que tendréis noticias mías. Yo espero que me vayas contando como va tu embarazo.
-Eso está hecho ¡Carmencita!-Se acercó a mi y me dió un gran abrazo. Que casi no me permitía respirar.-Tienes mucha suerte. Disfruta de cuando estés en Nueva York.
-Como no. Lo disfrutaré.
Se supone que es a lo que iba, aunque yo no tuviera ni idea de que iba a pasar allí.
Estaba deseando salir de mi ya antigua oficina.
Yo odiaba las despedidas y como no saliera de allí pronto iba acabar llorando con una magdalena.
Les di dos besos a todas, ellas me desearon mucha suerte y me fui felizmente con mi caja de objetos personales a dejarla en el coche.
Llamé luego a Clara para quedar.
Esta vez ella no se encontraba en casa, si no en el gran café.
Quedamos en la puerta del colegio que hay enfrente.
Ella ya estaba esperándome cuando yo llegué.
La vi como el retrato de lo que yo debería ser algún día.
Elegante y perfecta.
-¿Estás preparada?- me dijo nada mas saludarme.
-¿Preparada para qué?.
Yo no entendía nada.
-Bueno, primero te presento a Vanesa. Ella es una de mis mejores amigas.
Ella apareció justo por detrás de mí, por lo que no sabía que había quedado con una persona mas.
Ella tenía el pelo rubio y la hacía mas joven.
Tendría la misma edad de Clara y también compartía el mismo buen gusto que ella.
Era española.
Muy guapa.
Morena de piel.
Se acercó a mi y me dio dos besos.
-Encantada de conocerte Carmen. Estos días Clara me ha hablado de tí y ya tenía ganas de conocerte. Vamos ya a la peluquería ¿no?-dijo ella casi frotándose las manos a la vez que me miraba de arriba abajo.



(Belén Rueda es como Vanessa.)


Yo no me había esmerado mucho al vestirme esa mañana.
Por supuesto tampoco me había parado a peinarme mucho.
Sin contar con mis ojeras.
Yo me miraba y las miraba a las dos perfectas y elegantes.
Cualquiera que nos viera nunca pensaría que estaríamos juntas.
Parecería un encuentro por casualidad.
Hacía bastante tiempo que no iba a la peluquería.
Me pregunto cual sería la primera impresión que yo le había causado a Vanessa.
Mala no tenía que ser.
Ella me miraba como Clara, con una gran y perfecta sonrisa.
También era muy amable o por lo menos a mí me causaba esa sensación.
-Bueno, pues ya sabes que vamos a hacer hoy.- Dijo Clara con una gran sonrisa y agarrándose a mi brazo.- Vamos que tenemos cita en la peluquería.
Nos fuimos de camino a una de las mejores peluquerías que había.
Yo lo supuse por los precios que tenían.
Me sentía mal porque se gastara ella dinero en mí.
Sabía que a ella no le haría gracia que le dijera nada del dinero.
No me quedaba otra mas que aceptar sin rechistar.
Tenía que hacer lo que Clara me mandaba.
Esa era una de las condiciones.

Vanesa era una mujer no hablaba mucho, pero lo poco que decía eran cosas interesantes. Era agradable saber que con ella tampoco me costaba hablar.
Lo que yo decía, ella escuchaba con muchísima atención.
Era todo un poco extraño.
Ellas tenían otro nivel de vida.
Teníamos unos claros años de diferencia entre nosotras, sin embargo me sentía como si fueran amigas de toda la vida.
Llegamos y allí nos esperaban tres peluqueras.
Una de ellas era mas mayor y era la jefa.
Por la forma de recibir a Clara y a Vanesa se veía que eran clientas habituales.
-Aquí te traigo una clienta mas. Me fío de ti y se que la vas a quedar preciosa.-Le dijo a la peluquera a la vez que me miraba a mí.
Yo siempre les he tenido cierto pánico a las peluqueras.
O te lo cortan muy bien o te lo cortan a veces más de la cuenta.
Las hay incluso que parece que están inspiradas y parece que se inventan el corte sobre la marcha.
Clara se sentó en la silla y empezó a darle explicaciones a la chica que tenía detrás de cómo tenía que peinarla.
Vanesa hizo lo mismo.
Sinceramente mi pelo nunca había llegado a preocuparme.
Siempre lo he llevado suelto y liso.
A la vez siempre lo he llevado cortado de muchas maneras y lo he llevado tantas veces largo como corto.
Nunca un corte de pelo me había convencido del todo.
Ningún peluquero tampoco me había convencido del todo.
Si no me gustaba ya crecería.
Entonces la peluquera empezó a dar vueltas a mi alrededor.
Me hizo sentarme en una silla y empezó a apartarme el pelo de la cara, a estudiarme las facciones y a mirar a la vez una revista.
Entonces se fue al ordenador y empezó a hacer cosas.
Yo mientras tanto charlaba con todas las mujeres de la sala.
Clara y Vanesa empezaron a hablar sobre el profesor de yoga.
Se veía la ilusión en los ojos de Clara cada vez que hablaba de él.
Creo que estaba enamorada de él.
La peluquera mayor me hizo una seña para que me acercara al ordenador.
Me enseñó el color de pelo que me iba a poner y el corte de pelo.
No me disgustaban pero no sabía como me iba a quedar.
El color de pelo era color chocolate y el corte de pelo era a la altura de los hombros.
Vanesa y Clara terminaron mucho antes que yo.
Todas disfrutaban viendo como era mi primera parte del cambio radical.
Mechones y mechones de pelo veía caer.
Hasta que no terminara no me dejarían mirarme al espejo.
Cuando acabó y me miré al espejo me vi rara.
No me disgustaba.
Tenía la sensación que ese corte de pelo me hacía parecer mayor y con las facciones más marcadas.
No le di mas importancia.
Preferí no mirarme mucho en el espejo.
Vanesa y Clara felicitaron a la peluquera por su trabajo y salimos de allí.
Todas no me pararon de decir lo guapa que estaba.
Yo al mirarme al espejo solo era capaz de ver aquellas grandes ojeras de no haber dormido bien.
Imposible estar guapa así.
Era ya la hora de comer y yo tenía que ir a casa.
Tenía muy claro que me tendría que mirar unas cuantas veces al espejo para sentirme yo.
Quería pasar mas tiempo con mis padres los que aún no sabían nada.
No sabía cuando decirles lo que iba a pasar.
Me despedí de ellas y quedé con Clara en que ya nos veríamos mañana.
Antes de irme me repitió varias veces lo guapa que estaba.
Me hacía gracia que me lo dijera ella.
Ella si era guapa, no yo.
Vanesa me dijo que ya nos veríamos pronto y que habia sido una mañana muy entretenida.
Con eso interpreté que yo a ella le había caído igual de bien que ella a mí.
Me marché.
Era algo irremediable eso de irme mirando en todos los escaparates que veía.
Creo que ese corte de pelo yo nunca lo hubiera elegido.
Ese color tampoco.
No me disgustaba del todo, pero no me terminaba de gustar.






Comienzan los cambios... Este es el mas tonto de todos xD

1 comentario:

  1. Como me gustaría a mí que me hicieran eso, cuando tengo esos días en que estoy arta de mi pelo tan difícil de peinar...eso sí, que me gustara el resultado!! y sobre todo gratis y en una de las mejores peluquerías!!!

    haber en qué van a convertir a Carmen eh!!!

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